Partida de póker
La mañana había estado un tanto ajetreada en el despacho del comisario Enrique Medina, su secretaria, Elena Barrios, andaba de aquí para allá con tanto trabajo sin saber a ciencia cierta el motivo por el cual su jefe le había hecho algunos pedidos extra que nada tenían que ver con sus deberes habituales de trabajo.
Esa noche el comisario había invitado a varias personas a una partida de póker en su casa y como ella no jugaba le suplicó que fuera a ayudarlo con las bebidas y los bocadillos que ella misma tendría que comprarlos, por supuesto que con el dinero que él le había dado de antemano.
Imposibilitada de decir que no le era posible ir, Elena hizo todo lo que su jefe le pedía, aunque le parecía un tanto extraño, él no acostumbraba a hacer esas cosas.
Durante la tarde Elena salió temprano, fue a una prestigiosa confitería y luego de saber la cantidad de personas que asistirían, compró sándwiches y masitas, de ahí a una licorería a comprar las bebidas pedidas por su jefe y más tarde a la misma casa del comisario a disponer, llave mediante de todo lo necesario tal cual él se lo había pedido.
La mesa de póker debía estar junto a la ventana debido al calor reinante en un verano sumamente caliente.
El día anterior el comisario Enrique había tenido una charla con su secretaria y le había puesto al tanto de todo lo que debía saber, amén de agradecerle y decirle que todo lo que ella estaba haciendo por él le sería recompensado, que no lo dudara, ella sabía que él la estimaba y que estaba al tanto de su eficacia.
Esa noche puntuales fueron apareciendo los invitados que no eran muchos, pero sí todas personas conocidas entre sí.
El primero en llegar fue el abogado Iñaki Altman, luego a pocos minutos llegó el doctor Yamandú Olivera, el tercero en llegar fue el farmacéutico Gregorio Antúnez, y por último el coronel Antonio Casas.
El comisario los presentó entre sí, aunque sabía de antemano que todos se conocían muy bien.
Elena les abría la puerta y tras algunas bromas de los recién llegados debido al rol que desempeñaba ese día la secretaria, se fueron acomodando cada uno alrededor de la mesa.
La secretaria servía a cada uno la bebida que pedían mientras que el comisario le pidió si a él le preparaba un té con limón debido a que desde hacía un tiempo su estómago no soportaba nada fuerte.
Luego de una charla en la que se habló sobre todo de la muerte de una joven que apareció flotando en la piscina del club policial y que aún no se había encontrado al asesino ya que el mismo doctor Yamandú había diagnosticado muerte dudosa debido a que la muchacha era una excelente nadadora y también a algunos moretones en su garganta que debido al haber estado mucho tiempo en el agua estaban muy morados y en la autopsia se veía perfectamente que eran los dedos de alguien al tratar de estrangularla.
El abogado Iñaki dijo ser el abogado de la familia de la víctima y que aún no tenía nada de evidencia, pero que era primordial que cuánto antes descubriera algo la policía, más pronto estarían de encontrar al asesino.
El farmacéutico Gregorio acotó que la muchacha debía de andar en malos pasos, muy seguido llevaba recetas a su farmacia para distintas drogas que según ella eran para su madre que estaba muy enferma pero que él lo dudaba, además, más de un médico las firmaba y no siempre con letra legible.
El último en hablar fue el coronel Antonio, para decir que todos sabían el parentesco que lo ligaban a la familia de Susana Casas ya que es hermano del padre de la muchacha, pero no tenía ni la más remota idea del motivo por el cuál alguien la quisiera asesinar, era una muchacha alegre y de buen pasar, sus padres eran personas adineradas y harían cualquier cosa por ella.
Era el turno de hablar del comisario el cuál dijo que en realidad no los había invitado para hablar de crímenes, era sábado y tenían derecho a dejar los problemas para el lunes y en su oficina.
Así comenzó la partida de póker, cada uno pidió las cartas necesarias para formar su juego, luego de algunas partidas donde el médico se llevaba el éxito ganando casi todas las manos, algunos al estar más de dos horas sentados, decidieron parar un poco para estirar las piernas y al terminar la partida, todos salieron de la mesa, el abogado Iñaki salió al balcón a fumar lo mismo que el farmacéutico Gregorio mientras que el coronel Antonio charlaba con la secretaria y con el doctor Yamandú. Todo muy normal y alegre hasta que notaron que el comisario estaba muy callado, casi toda la noche se había mantenido apartado de las conversaciones aduciendo que debido a su dolor repentino de estómago debía tomar un té y un remedio para la úlcera que lo aquejaba.
El médico le preguntó si quería que dejaran la partida para otro día cuando se sintiera mejor a lo que Enrique le contestó que no, que pronto se volvería a sentir bien, sólo iba a pasar al baño debido a la gran cantidad de té que había ingerido cosa que hizo sonreír a más de uno ya que todos habían pensado en utilizar uno de los baños también debido a la gran cantidad de bebidas que casi se habían evaporado en tan poco tiempo.
Mientras el comisario subía al baño de la parte de arriba de la casa, otros lo hicieron en la planta baja, era una hermosa casa y más de uno pensó, aunque no lo comentó, cómo era posible que un simple comisario tuviera una casa tan grande y costosa.
Mientras esperaban los hombres y la joven secretaria tuvieron su propia charla, el tema era por supuesto el asesinato de Susana, todos la conocían, solía ir a la piscina del club policial debido a su tío, el coronel, desde que era muy chica, el médico la trataba desde su nacimiento, el abogado era el que menos la conocía a pesar de haberla encontrado en alguna fiesta del lugar por ser, aunque mayor que ella, joven también.
El que más la conocía era el farmacéutico y comentó que la había visto con un hombre mayor una noche muy tarde, aunque no pudo ver quién era, llevaba a pesar de notarse que ya no era un muchacho, un equipo deportivo cuya capucha le cubría la cabeza y parte del rostro.
Esa noche, a pesar de ir abrazados, se notaba que la muchacha no estaba muy a su gusto y que el hombre trataba de convencerla de acompañarlo.
El coronel comentó que su hermano estaba un tanto extrañado de que Susana saliera sin decir con quién, ella solía avisar dónde estaría a su madre o a él mismo, pero que desde hacía un tiempo no salía con sus amigas, muchas eran las que llamaban para preguntar por ella. Su padre comenzó a sospechar que era un hombre casado, pero ella lo negaba y le decía que en algún momento lo iba a llevar a su casa. Hasta que pasó la desgracia y nunca llegaron a saber quién era.
Y así siguió la conversación hasta que pensaron que alguien debería subir a comprobar si el comisario estaba bien o seguía sintiéndose enfermo y todos de acuerdo subieron hasta el segundo piso y golpearon la puerta del baño preguntándole si se sentía mejor o si por el contrario se sentía peor.
Ninguno entendía por qué Enrique no contestaba y fue el médico el que trató de abrir la puerta que por suerte no estaba cerrada con llave y allí estaba, caído sobre la alfombra del baño inconsciente, prontamente entre el médico y el abogado lo llevaron a su dormitorio.
De inmediato llamaron a una ambulancia, el comisario antes de ser acostado en una camilla que lo llevaría hasta el hospital policial, hizo una seña a su secretaria, le pidió perdón y le dijo que al día siguiente buscara entre los cajones de su escritorio y siguiera con el caso de Susana a lo que Elena le respondió que no debía preocuparse por crímenes en ese instante y sí por su salud y que dejara todo en sus manos. Lo besó en la frente y se lo llevaron. Se conocían desde hacía un par de años y estaba muy claro que ella estaba muy enamorada de él, aunque nunca se los había visto como pareja de enamorados.
Unas horas bastaron para saber que el comisario Enrique Medina había fallecido por problemas estomacales según los médicos que lo examinaron.
Muy triste Elena cumplió con lo que su jefe le había pedido, luego de organizar el sepelio donde concurrieron familiares y amigos y de haber concurrido a su entierro, la mujer volvió a la jefatura y aunque sus jefes superiores le habían dicho que podía ir a su casa a descansar, ella prefirió tomar el caso de Susana y ponerse a revisar todo lo que tuviera del caso, estaba segura de que Enrique sabía o intuía quién era el asesino. No le llevó mucho tiempo saberlo ella también, entre los papeles del comisario encontró algunas cosas que le llamó la atención, una era una fotografía, otra unos exámenes médicos y por último lo que más le causó una gran impresión fue una carta dentro de un sobre sin cerrar para el inspector en jefe. Dos días tardó Elena en reponerse, pero quiso terminar con el pedido de Enrique y le pidió a su nuevo jefe que hiciera una reunión donde se sabría quién era el asesino de Susana pero que debía invitar a esa reunión a las mismas personas que habían estado en casa del comisario durante la partida de póker.
Dos días después en la comisaría se reunían todos los invitados a la reunión y a puerta cerrada el inspector en jefe leyó la carta dirigida a él de parte del comisario Medina.
El sombro fue total al descubrirse que la nueva jefa de la sección sería Elena Barrios, hasta la misma Elena no podía creerlo.
El comisario contaba a su jefe el motivo por el cual había reunido a aquellas personas en su casa pero que no era por el motivo que muchos creerían que sería descubrir al asesino de Susana, por el contrario, deseaba demostrar a todos que esas personas eran inocentes y que gracias a la ayuda de su fiel secretaria lo había conseguido, él sabía quién era el verdadero asesino y aunque estaba muy arrepentido por haber cegado una vida tan joven, no había vuelta atrás, él era el hombre que tenía un amorío con la muchacha y cuando ella se cansó de él y quiso dejarlo, los celos lo cegaron con el resultado ya conocido y que tomaría veneno para pagar su culpa ya que de cualquier manera le quedaba muy poco tiempo de vida debido a una enfermedad mortal. Sabía que su secretaria jamás supo la verdad y le pedía al su jefe que la ascendiera a su puesto que quedaría vacante pues la mujer se lo merecía por su lealtad y sacrificio durante los años que trabajó con él y que él sin darse cuenta ignoraba. A los otros hombres quiso que se supiera que, aunque todos estaban relacionados con Susana, ninguno tuvo nada que ver y él no podía permitir que se ensuciara el nombre de ninguno.
Con tristeza en el alma se retiraron de la reunión, cada uno con un sabor amargo en la boca, jamás hubieran imaginado tal desenlace, pero la fotografía del comisario abrazado a Susana lo había dicho todo.
Omenia 7/6/2022
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