jugando con palabras del foro
siguiendo a Clorinda
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… después seguí por Avenida 9 de Julio hasta doblar en Santa Fe, hacía mucho tiempo que no andaba por allí, francamente lo que veía me asombraba, por momentos tuve la sensación de estar caminando por un submundo no antes conocido donde aún permanecían visibles los pormenores dejados por la manifestación del día anterior, las carpas, carteles, tambores, restos de reclamos por doquier y un sinfín de cosas más que prefiero no detallar; sin embargo, esa imagen del sapo comiéndose las moscas, tal como lo describía Clorinda, quedó impregnada en mi retina, no porque fuese una burlesca caricatura sino por ser retrato fiel de la realidad del actual.
confieso que no pude evitar recordar otros tiempos cuando con amigos solíamos transitar por estos mismos lugares, desde el Obelisco por avenida Santa Fe hacia Florida, luego Corrientes y Lavalle, el cine de trasnoche y las librerías que permanecían abiertas las veinticuatro horas; me fascinaba recorrer esos estantes repletos de revistas y libros nuevos o usados, estaban a la venta, pero se podía darles una buena ojeada y elegir el que más gustara; así, ojeando libros de segunda mano descubrí a un tal Charles Dickens, me cautivó su crítica social, su empatía con el hombre común y su visión sobre las mujeres, esas mujeres a las que se solían llamar inmorales y eran víctimas del sistema victoriano; también me di algunos gustos y cuando logré juntar unos pesos los primeros libros que compré fue `La impaciencia del corazón´ de Stefan Zweig y `Todo verdor perecerá´ de Eduardo Mallea, me sentía feliz deshojando en cada hoja una visión de vida distinta a la que yo tenía
de tanto en tanto aparecía un escritor local y daba charlas en algún stand improvisado, en salón de alguna librería, o incluso en alguna la vereda donde pudiera colocar una pequeña mesa con sus libros, mostrándolos, y si le fuera posible vendiéndolos; recuerdo, cuando en cierta ocasión, un profesor de filosofía e intelectual casi desconocido discursaba sobre su único libro editado un par de décadas atrás: `La bendición de la adversidad´; en un intento de contrarrestar la inconfundible frustración juvenil `Héctor Stocker` explicaba por qué la adversidad puede llegar a ser una bendición, aun cuando, según él, el hombre inteligente está predestinado a contrarrestar la ignorancia e irremediablemente a quedarse solo; vaya tema, qué difícil de aseverar o negar
y así más; en cierta ocasión, sentado en una confitería casi frente al Obelisco, Quino con su Mafalda, inteligente y de humor sin igual, divertida y perspicaz, contaba su trayectoria, su historia rosarina; un verdadero placer fue escucharlo
el grupo de amigos nos reuníamos a la salida del trabajo o la facultad y como no podía ser de otra manera después de tan larga recorrida nocturna nos despedíamos desayunando pizzas y café a las siete de la mañana
eran otros tiempos; ahora al caminar nuevamente por estas avenidas me siento extraña, las cosas cambian, lo sé, hoy para salir a la calle hace falta un armazón, algo que te proteja de los avatares callejeros, en cambio lo que no ha variado es la política, se modifica constantemente para que todo siga igual, o casi igual, o peor; ojalá el plazo de aguante no nos consuma
mientras, yo sigo tarareando ´Zafar´ de La Vela Puerca
soy de la cuidad con todo lo que ves
con su ruido, con su gente, consume vejez
y no puedo evitar el humo que entra hoy
pero igual sigo creciendo, soy otro carbón
no voy a imaginar la pena en los demás
compro aire y si es puro pago mucho más
no voy a tolerar que ya no tengan fe
que se bajen los brazos, que no haya lucidez
me voy volando por ahí
y estoy convencido de ir
me voy silbando y sin rencor
y estoy zafando del olor
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