La dureza de la superficie de su caparazón era impresionante. Una tortuga de mar como de medio metro de diámetro. Dudé unos instantes , sopesando el hambre que sentía mientras el animal me miraba temeroso.
La solté y me dirigí al interior de la isla.
Un relámpago irrumpió en la tarde, delatando a una enorme tormenta que se acercaba con rapidez.
La de la tarde anterior había destruido mi embarcación. Olas enormes habían depositado mi cuerpo inconsciente y restos del naufragio en ésta playa desierta.
Mientras construía un improvisado refugio, me pregunté por mi futuro.
Un frío recorrió mi pecho luego de sopesar posibilidades.
Cuando estuve a resguardo de la lluvia, preparé un fuego.
El poder hipnótico de las llamas me fue serenando.
Finalmente me dije:
- Tu tranquilo. Un día a la vez.
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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 30/11/2019.
Texto agregado el 03-06-2022, y leído por 76
visitantes. (2 votos)
Lectores Opinan
04-06-2022
Este Robinson tuyo es un suertudo. Pudo encender fuego y estar sereno abandonado en una isla. ¿Cómo? maparo55
04-06-2022
—Lo mejor de toda esa cruenta peripecia y a pesar del hambre del marino, fue que los fósforos no se mojaron. —Saludos. vicenterreramarquez
04-06-2022
Como un guion al revés?... buen texto. (y la tortuga?) avespaciano
03-06-2022
Tal cual, es lo que siento hoy.*****
Abrazo Lagunita
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