Es extraño. Por alguna razón seguramente relacionada con los fallas de la tecnología moderna, la imagen que me devuelve el espejo carece de la grandiosidad que representa mi persona.

Ese reflejo, minimalista, es apenas un bosquejo de mí.

Sonrío, y una ovación estalla entre el público cómplice. Queda claro que lo normal no se ajusta a lo que soy.

- Sr. Fernández, el jefe de personal dice que ya puede pasar para la entrevista.

- Ehee, ah, gracias señorita.

Al parame tropiezo con la alfombra. Carraspeo mientras me ajusto la corbata.

Antes de entrar, decido reajustarme hasta parecer un hombre sencillo, no sea cosa que mi entrevistador se cohíba y no pueda dirigirme la palabra.


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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 1/6/2022.