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“Alguna vez perdí la paciencia. Costó caro porque los estallidos dejan esquirlas diseminadas por doquier. Pero el asunto consiste en no llorar, aplastar esa sonrisa hipócrita y esas palabras destilando falsedad. Me despidieron “siendo el mejor. Un hombre correcto, trabajador, pleno de ideas y colaborador con sus pares”. Hasta hoy me corroe la duda, ¿fui despedido en realidad o todo fue una burda broma que me tomé en serio? Bueno, uno se construye a retazos, por la imitación, por la propia enseñanza que a fuego lento se nos va infiltrando en las venas. Y también se cuela ese perfil mañoso garrapateado por quien te despide. Terminas pareciéndote a ese engendro creado de mala gana y de esa mixtura, al final ya no sabes quién eres”.
Ernesto tiene diseñado un personaje maleable. Y esa característica camaleónica lo desdibuja ante los demás. Sonríe y es una mueca la que asoma tras sus dientes. Pudiera pensarse que el hombre sufre en la intimidad porque aburre convivir con alguien que desconoce ni una descolorida faceta de la sinceridad. De todos modos, cada mañana debe confrontarse con su espejo y también se mentirá o son tantos los esquemas que conserva de sí mismo que es posible que tarde en encontrar el que más le acomode.
“Diecisiete años casados. Hasta hoy, que regreso a mi casa y un eco fantasmal me recibe en esa vivienda precaria pero vacía de mobiliario. Anoche pude conversarlo con ella, mirarla a los ojos, sonreírle, acaso tomar sus manos y aproximarlas a mi corazón. Recursos, gestos en medio de la tormenta. Preferí ocultarme en mis inútiles rutinas, fingir que esas bravatas suyas no eran más que eso. Me gritó que se iría, que esta vez sí que no habría vuelta. No la escuché. O sí y como siempre, preferí ampararme en cualquier asunto e imaginar que sus palabras sólo eran vano ruido dispersándose lejos de mis oídos”.
“Y aquí estoy, temblando de furia, de pena, sujeto a esa oquedad miserable a la que pareciera encadenarme. Desde mis vísceras va surgiendo una materia viscosa que emerge triunfal. Es el odio, con un regusto a venganza, algo criminal destilándose gota a gota”.
Fueron largos años de silencios machacados con ese retintín que se les colaba entre las sábanas.. Ella lo esperaba en las sombras, quizás insinuándose en su mente la idea de siquiera un leve cambio. El día a día desprendiéndose implacable de los calendarios, similar uno al siguiente, año tras año. Pero apareció el pretendiente, un tipo burdo que alguna vez conoció por los avatares de la existencia. Un tipo burdo pero entretenido según la mirada simplista de su mujer. O de la que ahora sólo era un concepto, una idea fugitiva fustigándole sus sentidos. El hombre aquel se la arrebató y se lleva lo mejor de ella, la figura lúdica sumergida por años en la oscuridad.
“Años llevo esperando la venganza. Será cruel, desmedida acaso, pero es lo que corresponde. Nada ni nadie ha sido capaz diluir tales propósitos dibujados a fuego en mi interior”.
“A veces nos topamos y ella me sonríe con tristeza. ¿Qué querrá decirme con ese rictus penoso? ¿Se apiadará de mí, de mi aspecto envejecido, de mi mirada hosca, de ese germen sombrío que me delata, porque entreverada que toma forma, con esa venganza que discurro está también la minúscula esperanza que ella algún día… ¡Pero no! ¡Lo indigno de su gesto no merece ni tan siquiera un rictus de amabilidad! ¿O sí? ¿Y si al final se dio cuenta que el tipo no la merecía? ¡Y si…!”
“Me ha contado que el próximo mes viajan con su pareja a Brasil. Que es posible que se queden, porque el tipo tiene familia allá y eso facilita muchas cosas. No, no. ¿Y qué será de mí? ¿De qué manera redibujo ahora esta venganza si te me escapas, se me escapan ambos sin tener yo a ciencia cierta cómo saciarme y arrancarme por fin de las vísceras este deseo que sólo ordena su liberación con un imperativo derramamiento de sangre?”
Ayer lo vi cruzando la calle. Se veía encorvado y sus ojos revelan una mirada torva. Tal vez sea todo culpa de ese rencor que se le fosilizó en las venas. Porque no era capaz, nunca lo fue y sólo fantaseó con una venganza que muy lejos estaba de satisfacer. Al final, fue la vida la que terminó decantando las cosas: su ex mujer y el tipo ya no están juntos. Discusiones acaloradas, silencios punzantes y miradas contaminadas de inquina acabaron con la utopía. Ella hoy vive solitaria en la pequeña casa que adquirieron con el tipo, acaso lo más rescatable. Él y ella, otrora esposos, viven en las antípodas de la ciudad y es muy posible que en más de alguna noche plácida recuerden lo que fueron, lo que gustaron y compartieron. Antes, mucho antes que la rutina tiñera todo y les robara los esbozos de alguna ilusión. Aunque en su corazón él no se niega a desenfundar ese puñal confundido con las hebras de una fallecida esperanza.
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Texto agregado el 23-05-2022, y leído por 202
visitantes. (8 votos)
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Lectores Opinan |
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25-05-2022 |
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Increíble historia. Abrazos Jaeltete |
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25-05-2022 |
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Las vueltas que tiene la vida a veces nos dejan sin respiro, cuesta aceptar las cosas que suceden y que no son ni gratas ni buenas; lo cotidiano y la rutina a veces se entremezcla con las ansias de cambiarlo todo, y sin poder lograrlo solo conseguimos modifiar las cosas empeorándolas, enfurecidos. Una historia para reflexionar, gracias por compartirla, querido amigo. Shou |
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25-05-2022 |
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Las vueltas que tiene la vida a veces nos dejan sin respiro, cuesta aceptar las cosas que suceden y que no son ni gratas ni buenas; lo cotidiano y la rutina a veces se entremezcla con las ansias de cambiarlo todo, y sin poder lograrlo solo conseguimos modifiar las cosas empeorándolas, enfurecidos. Una historia para reflexionar, gracias por compartirla, querido amigo. Shou |
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25-05-2022 |
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Está tan bien descrito que lo doy por verdadero...
Vicbbb 6236013 |
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25-05-2022 |
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Me gustó mucho Gui.
Cuentas tan sabiamente lo que es la perdida del amor,la llegada de la rutina...
Es increible,el marido,me pareció demasiado inseguro.Tal vez ,eso provocó su fracaso....
Cuando lo despidieron,no sabiac por qué sucedió.
Lo unico que le quedó...fue el deseo de venganza y a ella,la soledad...
Eres grande Gui*****
Besos
Victoria
6236013 |
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24-05-2022 |
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Al terminar de leer tu relato me pregunto si será posible no caer en la rutina, es que la rutina es lo más simple y, finalmente, somos animales de costumbre. La narración, como siempre, deleita de principio a fin, esta vez, con un halo de tristeza/melancolía. Gracias. gsap |
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23-05-2022 |
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—Las cavilaciones de Ernesto muy bien descritas y a la vez atrapantes que nos van conduciendo a través de la narración genialmente estructurada por el narrador equisciente, nos impelen a ser parte de la historia y acompañar al personaje hasta ver si consigue llevar a cabo su venganza. —Me gustó la trama y la estructura. —Un abrazo. vicenterreramarquez |
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23-05-2022 |
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Qué genial me resultan todos tus textos Guidos! Lo sabés. Mis estrellas como siempre. ***** MujerDiosa |
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23-05-2022 |
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Rescato la maestría con que narras -de lo mejor en la página- el tema me resultó fastidioso. Je. Cinco aullidos contentos Steve |
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23-05-2022 |
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2) Ella con justa razón anhela tener una segunda oportunidad, la cuál puede salir bien o no. Los desencuentros amorosos, nos dejan con rencor y deseos de venganza. Buen texto, amigo. maparo55 |
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23-05-2022 |
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1) Una historia de ésas que hay muchas y que duelen profundamente. La rutina, los malos entendidos, la apatía, terminan muchas relaciones que fueron luz y luego fueron apagándose poco a poco. Y claro, ¿por qué una mujer no va a querer salir de las sombras? maparo55 |
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