Que torpeza la mía.
Querer ver con mis ojos
las laderas de tu geografía.
Querer buscar con mis manos
los contornos del placer.


Tú en cambio,
como si estuvieses dormida,
esperabas con la quebrada
abierta a la vida,
abierta al placer,
desnuda y tendida.


Y en un silencio ausente
arrancó un quejido
sin ser visto,
mientras mis labios
intentaban calmar la sed
desde tu volcán encendido.
Tibia lava transparente,
invisible a los ojos,
quemante a los dedos
que presurosos huyeron
hasta tu ombligo.


Mis pies no tocaban el suelo
cuando me sentí caer del cielo.
Despacio y cansino
hecho una bola de masa
vibrando al sonido
del universo entero.


Eléctricas descargas
sobre mi cuerpo sumergido
sin abrazos ni caricias,
a la indefensión sometido.
Descarga inesperada
que abofetea el tiempo
con una eternidad pequeña,
mezquina sin sentido.
No alcancé
a arrastrarte conmigo
que torpeza la mía.