Estaba enamorada de Juan, ante el poco interés de este hacia ella. decidió poner en practica una estrategia que según ella, Juan caería rendido a sus pies. Teresa les contó a todas sus amigas lo que iba a hacer para conseguir su propósito. Todas estuvieron de acuerdo, menos una que le dijo:
-Yo no haría eso, nadie te garantiza que vayas a lograrlo.
Inés, en seguida le contestó:
Ya verás Teresita que lo consigo.
La tarde transcurrió despacio. Si Inés hubiera podido acelerar el tiempo, lo habría hecho sin dudarlo. Hay cosas que están en nuestras manos y otras no.
Llegó la noche, una a una las amigas de Inés se fueron despidiendo, por fin ella quedó sola y procedió a bañarse, luego a vestirse, se vistió de tal manera que parecía una prostituta, hasta el maquillaje era el de una mujer de vida alegre.
Tan pronto terminó de vestirse y maquillarse corrió a verse en el espejo. Ella se vio más bonita de lo que era, mas no el espejo, quien fue indiferente y después que ella se viera, se empañó. Agarró su cartera y salió de prisa; se subió en el primer taxi que pasó y a los veinte minutos llegó a la casa de Juan. Después de pagar el servicio al taxista, se bajó y dirigió a la casa de su adorado tormento. Timbró una vez y esperó a que Juan saliera de inmediato, pero no salió. Timbró por segunda vez, tampoco salió, luego por tercera vez y nada. Cuando estaba a punto de regresarse para la casa, Juan llegó en otro taxi. Apenas la vio hizo un gesto desagradable. Se bajó del taxi y saludó a Inés, más por educación que por pasión. La hizo seguir a la sala y le preguntó si le apetecía tomarse un cafecito.
Ella de inmediato le contestó:
-Si tienes vino mucho mejor.
Juan le preguntó al instante:
Y eso ¿por qué?
-Hoy quiero emborracharme - le contestó.
-Pues tendrás que hacerlo sola, yo no bebo.
Pero mi amor, una vez no te hará daño.
Juan siguió hacia la cocina, dejó sola a Inés, quien agarró una revista de farándula que estaba sobre la mesita. De inmediato la empezó a hojear. El tiempo siguió su recorrido y Juan no regresaba de la cocina, seguro se puso a hacer la cena. Inés entró al baño y cerró la puerta. Pasaron cinco minutos y Juan regresó a la sala, al ver que Inés no estaba la llamó por su nombre.
-Inés, ¿Dónde estás?
-Inés le contestó desde el baño.
-Espérame un minuto, ya salgó.
Al rato salió Inés desnuda, solo llevaba unos zapatos de tacón altos. Al verla así, Juan le preguntó:
-Yo no he pedido carne.
Inés al escuchar la respuesta de Juan quedó fría, pero reaccionó al rato y le dijo:
-No importa que no la hayas pedido, aquí estoy, soy toda tuya.
Juan, la miró con lastima y luego le dijo:
-Mejor vístete, ponte mi sobretodo negro y vete para la casa. - Esta noche lo único que vas a pescar es un resfriado.
Inés, casi llorando le preguntó:
-Qué no tengo yo que tengan otras mujeres.
Juan con tristeza le dijo:
-Te sobra tetas, te sobra nalgas, tienes piernas bonitas, pero no tienes alma.
AUTOR: PEDRO MORENO MORA
@ |