Fragmento de Las Crónicas de Ikaro
Narración aun no terminada


La Supremacía

Más que Ave, menos que hombre
Con inteligencia, pero salvaje
Estas son Las Crónicas De Ikaro



Icaro descendía a toda velocidad en picada contra su presa
Cada aleteo aumentaba su velocidad y hacía que se fuera apoderando de él el frenesí de la caza y el vértigo de la carrera
Abajo, desprevenido, un borroso conejo aparecía ante él moviéndose con pequeños movimientos nerviosos
Centró toda su atención en él, tratando de que el feroz viento que le hacía lagrimear sus ojos, no le hiciera errar el golpe
Dejó de aletear algunos metros antes de su objetivo para que el sonido de sus alas no lo delatara y encogió sus alas para ganar velocidad
Era la muerte, rápida y fulminante que caía desde los cielos con escalofriante efectividad
Loco como estaba, su boca comenzó a salivar, deleitándose ya con esta tierna carne que aún no conseguía
Pasó sobre su presa como una mortal ráfaga gris y mientras sentía la suave piel entre sus dedos, se permitió una sonrisa e inició el ascenso
Con su presa entre sus manos paralizara por el miedo, apretó los dedos para asfixiarla
No había maldad en él, pero tampoco habría piedad, se trataba de sobrevivencia, tenía hambre y debía alimentarse
Sentía el peso de su cuerpo y estimó que sería una buena comida
Mientras aleteaba, subía y subía ganando altura en lo que su respiración y sus latidos se fueron aquietando
Buscó con la mirada un lugar donde poder posarse
Absorto como estaba disfrutando de su victoria y concentrado en su búsqueda, no lo vio venir
Una gigantesca ave llegó de improviso desde un costado y enterró unas enormes garras en la que era su presa tratando de arrebatársela
Sorprendido al principio, una oleada de furia lo invadió y contraatacó
La poderosa ave, dirigió su pico hasta su cara, hasta sus ojos, intentando cegarlo
Icaro la esquivó y le propinó un tremendo golpe en el cráneo
Ambos, iniciaron una lucha aérea por la presa y comenzaron a caer girando en círculos enloquecidos
El ave emitía alaridos furiosos y su negro plumaje rugía contra el viento en esta loca caída
Icaro, fuera de control, soltó su presa y enfurecido aferró el cuello del ave con sus dos manos desnudas estrechando sus dedos como si en ello se le fuera la vida
Como literalmente era
El ave, con la presa entre sus garras, intentó alejarse, pero Icaro no se lo permitía.
Sonidos secos salían de su garganta sin aire mientras trataba de escapar con el loco aleteo de sus enormes alas
Pero Icaro apretaba y apretaba indiferente a todo
Poco a poco, el ave fue dejando de luchar hasta quedar completamente inmóvil
Su cuerpo ya ya sin vida perdió toda su rigidez y se volvió inerte como una bolsa vacía de toda la vida que había tenido
Icaro soltó su cuello e Instintivamente arrancó la presa de entre las garras que seguían aferrándose a ella
La furia con que tiró de su presa entre las garras muertas, desgarró la carne, pero se liberó y comenzó a aletear
La gran ave ya sin vida caía velozmente con un silencio espeluznante con los restos de la presa que le costó la vida, aun en sus garras
Icaro la vio caer y nuevamente su instinto se apoderó de él
Un tremendo alarido de victoria salió de su garganta mientras remontaba la altura
No sólo había ganado su presa

Había ganado la supremacía…


Randal Tor