Monto en mi bicicleta y comienzo a pedalear, lo hago despacio, con cierta torpeza porque hace ya bastante tiempo que no la uso. El camino está libre, solitario. Me siento bien, casi olvidado de las preocupaciones cotidianas. Pedaleo, pedaleo, el horizonte que se abre ante mí es amplio, casi irreal, me relaja. Mis manos aprietan con fuerza los manubrios, ello me hace sentir seguro, confiado. Uno, dos, uno, dos… mis piernas en coordinación con los pies, se mueven acompasados, rítmicos. Andar en bicicleta me ayuda a liberar la mente.
De repente, reacciono. Me sorprendo, me siento frustrado, con cierta rabia. No hay camino libre ni amplio horizonte frente a mí, solo la pared desnuda de la habitación donde hago un poco de ejercicio, montado en la bicicleta fija que hay en casa.
|