¿Escuchas?
¿Lo sientes?
¿Sientes mis palabras fluir en tu mirada?.
Soy yo, un viajero más sobre una ruta interminable intentando encontrar respuestas,
desenterrando muertos y sombras en las calles de una ciudad cada vez más lejana.
Sí, sombras, las sombras que nos antecedieron,
las que se esconden en baúles roídos y agrietados,
las que extrañamos y de las que rara vez hablamos.
Las que se recuerdan de vez en vez,
cuando buscamos respuestas al presente sobre sus espacios mudos y el crujir de su impronta lejana.
¿En qué momento quién hablará de las nuestras?
¿Quién olvidará nuestros nombres?
errantes golondrinas, fugaces estrellas...
¿Dónde?... ¿Cuándo?
Me agobian las palabras que nunca se dijeron,
los silencios quietos y calmos que navegaron hacia la deriva.
¿Y si las palabras prisioneras hubiesen tenido nombre?
¿Si las palabras hubiesen caminado con destino cierto?
¿Y si hubiesen florecido y hubiesen pintado el desierto para alegrar sus corazones rotos?
¿Habría sido distinto?
La oscura sombra que camina sin decirse nada,
la oscura sombra que hiere, donde agonizan los secretos que a voces ciertas lo cambian todo...
un silencio enfrascado en un recuerdo, la agonía de las palabras que perdonan todo,
la arrogancia que destruye almas buenas en un viaje que me lleva hacia lugares que solo habitan en un lugar de mi mente.
Extraño el olor a brisa de tiempo pasado.
Se extraña, se extrañan los recuerdos,
las imágenes gastadas de una película rodada en sepia
donde los labios de sus protagonistas tallados en hielo escena a escena nos muestran un final que ya conocemos.
En una constante búsqueda intento dibujar las palabras que se fueron,
dibujo los gestos, las miradas, sus sonrisas.
¿En qué momento todo se remece?
¿En qué momento la realidad nos abraza?
¿En qué momento todo cambia?
¿Cuál gesto?.
¿Cuál palabra?.
¿Cuál mirada?.
¿Cuál evento?
¿En qué momento?
En cada rincón parecieran estar ahí,
en cada espacio creo escuchar el balbuceo de sus voces.
Las palabras marchitas ahogadas sobre un suelo lluvioso, donde los quejidos impotentes se resignan.
Cierro los ojos y siento el renacer de una parte de mí que se ha ido.
En este viaje donde el tiempo indolente no parece detenerse. ¿Dónde y cuando terminará todo?
¿Dónde agoniza la poesía?
¿Dónde ha de nacer nuevamente?
¿En una flor?
¿En un silencio?
¿En una mirada?
¿En un beso?
¿En la semilla que germina?
Mientras viajo, viajo sobre la brisa musgosa que que se aferra a la piel de mis recuerdos,
viajo sobre nubes que dibujan sus siluetas,
viajo y miro mis manos temblorosas que ya no son las mismas;
las siento vacías, quebradas... a veces las siento cansadas y por cierto más secas y arrugadas...
¿Dónde se fueron?.
Me rehuso a pensar que todo aquello fue en vano.
Soy parte de una historia que nunca termina.
El papel de héroe a villano, de aplausos a silbidos en el teatro de la vida
y así sucesivamente una y otra vez la historia con su alzheimer que una y otra vez todo lo olvida.
Y una y otra vez en la rueda que gira y gira los jueces y acusados se disfrazan intercambiando sus roles.
Se extraña lo que no se tiene y se menoscaba lo que poco se valora.
Alguna vez fui juez y me arrepiento, ahora desde este cadalso donde mi sentencia es ser el acusado,
entiendo que el aprendizaje requiere de tiempo, paciencia y prudencia.
La historia y quienes me recuerden sentenciarán el resto.
¿Recordarán?
Y entonces me pregunto desde un frío silencio: ¿Importa?
¿Importa si la esencia vuela lejos?
¿Importa desde la oscuro de un agujero el simiente descalcificado?
¿importan las palabras roídas en baúles agrietados? |