Se me agrietó el corazón cuando tu no estabas, no sé, te llevaste un brazo, una pierna o mis manos y además un pedazo de corazón. No hay palabras para describir lo que era ser niñas de tres años con un cuerpo de 15...
Eramos libres las tres juntas, pero éramos prisioneras al estar solas... nuestros miedos no eran más que un arco iris los cuales atravesábamos en un vuelo de columpio.
Nuestros ojos brillaban mirando lo que nadie veía, por fin podríamos gritar sin temor estabamos haciendo un mundo dentro del mundo de todos... pero nos pertenecía y nadie entendía nuestra sin vergüenza manera de ver los colores, ¿cuál droga ha sido consumida por aquellas criaturas? Nada más que un sorbo de felicidad, una fumada de alegría... y así embriagada por los manos que nos apretaban unas a las otras sin importar distancia alguna.
Eramos una risa, más que nada, mas que el sol, la luna, y las estrellas, un mismo ser, en diferentes estaciones, en nada podríamos ser iguales, pero en todo lo lográbamos. La palabra amor y te quiero desbordaba por nuestros labios acaramelados con sabor a chocolate... Eramos un invierno renaciendo en primavera...
Y ahora que el otoño esta presente frente a nuestros ojos, te digo que el sol de todo lo que fue y será brillará siempre sobre la cabeza de las tres. Una se fue a un país lejano, pero en cada sonrisa, en cada recuerdo sonámbulo, viene y va en un viaje ligero que se hace eterno en el mar de contradicciones que no rodean. Nunca te fuiste solo duermes y en cada canción alegre e infantil que nos llenan de madures, despiertas a jugar, sobre el bosque imaginario que creamos para resguardarnos de nuestros más grandes temores.
A Paola, Fernanda... Por siempre un te quiero... más grande que el de ayer
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