El asombro, qué es el asombro sino una palmada, un despertar brusco del letargo, así me sentí, así me siento al enfrentar la oscuridad; de repente la luz no fue más, limpié mis gafas buscando una razón que evidenciara ese impacto, estaban prístinas, inviolables, virginales, mis ojos abiertos miraban, mi alma se cerraba. Ahí algo pasó, vi caer el muro, sus piedras desprenderse de la fragua y rodar por la ladera, abortar el crecimiento de las flores y el césped que antes lucía con soltura su penacho verde manzana encaneció oxidando su eterna juventud. Algo muy importante pasó ahí, vi desplomarse la carne, los huesos flexibilizar su estructura y la piel simplemente estirarse como un lienzo al atril, se desdibujó su sonrisa, los pómulos antes montañosos y altivos se formaron en línea, no comunicaron finalmente expresión alguna. Y fue así de imprevisto, de rápido y furioso el desapego de ese estado sólido a existencia sutil; me acuerdo de sus ojos, curiosos, chispeantes, inquisidores, en ese momento de abandono quedaron mudos, lejanos, perdidos como buscando asir fragmentos de luz. Y descansó la paz sobre la paz, se vistió de terno vibrante la muerte, con sus zapatos negros punzantes, su vientre tabla evidenciaba el festín fuera de este mundo, porque los que quedan esperan desconcertados, cuándo y cómo, cómo y cuándo, ojalá nunca, pero pasa, todo pasa en el asombro de saber sin saber cuándo uno va a ser llorado eternamente por el prado. |