ECUANIMIDAD

“¡Son chingaderas! —pensé, cuando al cobrar mi quincena vi mi hoja de despido—. Estos cabrones ni siquiera me mandaron a freír espárragos verbalmente, sino por escrito como hijos de la ch… que son”.
Les cuento, soy miembro despedido de la Guardia Nacional, no provenía del ejército ni de la marina, sino para mi desgracia de la policía federal, soy experto en computación y mi área era en inteligencia como investigador. La causa de mi cese es por la austeridad republicana del gobierno. ¡Qué jijos de su p… madre! Me dieron una pichurrienta indemnización y a volar. Y ahora ¿qué haré, en que me ganaré la vida? Soy soltero y les pido una disculpa por las groserías, pero estoy super encabronado.
Al leer el periódico supe que a un rico industrial le mataron a su hija, y es de todos sabido que fue un poderoso político el responsable, la violó y para que no atestiguara le dio su pase a la dimensión desconocida, culpó a un chivo expiatorio. Los jueces de esta administración gubernamental cerraron el expediente. Se me ocurrió una idea.

—Si usted me ayuda económicamente le haré justicia a su hija —le dije al industrial.
Esperé nervioso y ecuánime la contestación del padre de la fallecida.
—Estoy tan desesperado y enojado por la injusticia que me arriesgaré con usted, haga su trabajo y verá que no soy mal agradecido.

Claro, que la conversación no fue tan breve.
Ahora a trabajar. Fui a un mitin político que daba el sujeto pues era tiempo de elecciones y él iba para la grande.
Ustedes saben que los mítines son un desmadre, me mezclé entre la multitud que rodeaba al candidato y con mi arma oficial con silenciador mandé al ya occiso a visitar a Belcebú.

Sorpresa que me llevé, aún no anunciaban los medios de comunicación el magnicidio y yo ya era millonario. Trabajo bien hecho no admite reclamación.

Ecuanimidad es mi divisa.