El acoso no se limita a la escuela o al trabajo. Las nuevas tecnologías posibilitan el bullying a través de las redes sociales y las páginas culturales. Los matones sociales infunden malestar en las personas, humillándolas y haciéndolas sentirse inferiores valiéndose de palabras crueles, denigrantes, ofensivas. Se burlan incluso del nombre de las personas, deformándolo en forma por demás vejatoria e infamante, lo que para ellos es una muestra de esnobismo y originalidad.
Es importante dar a conocer que el acosador no es una persona normal, es un desquiciado, aunque intente presentarse como poseedor de conocimientos, sabiduría y cualidades que lo sitúan por encima de cualquiera. Clínicamente es un infradotado que siente la imperiosa necesidad de dominar y controlar a los demás a través de un pensamiento dicotómico, es decir, el único criterio que cuenta es el suyo. Con su conocimiento jactancioso pretende ser una persona poseedora de amplia cultura y erudición superior.
La realidad es muy diferente. Tiene una autoestima abatida, casi siempre producto de vejaciones sufridas en la infancia, violaciones sexuales, abusos, golpizas frecuentes de padres alcoholizados, deformaciones emocionales ocasionadas por madres castrantes etc. Como estrategia psicológica para superar esos sentimientos de minusvalía golpea a cuanta víctima fácil y débil encuentra en su camino.
Este tipo de individuos pueden ser inteligentes o no, pero no poseen habilidades de autoconocimiento, no son capaces de gestionar sus emociones ni regularlas. Su carácter es impulsivo y suelen soltar su carga de agresividad a la mínima, dando rienda suelta a su ira y a sus resentimientos acumulados.
Los acosadores disfrutan usando el ultraje y el agravio como un medio para hacerse respetar y sentirse admirados y temidos, recreándose cuando la víctima es humillada en público, ya que consideran eso como expresión de su poder. Carecen de empatía. Son incapaces de ponerse en la piel de las personas que les rodean y por eso se muestran hostiles y fríos.
La característica más relevante de su personalidad desequilibrada es su escasa capacidad de autocrítica y baja tolerancia a la frustración. Piensan que su verdad es absoluta, incuestionable. Tienen problemas a la hora de reconocer sus errores: en ellos no hay autocrítica, sus acciones, sus conocimientos y sus palabras son las únicas que cuentan. Suelen estar llenos de odio y prejuicios, por lo que también acostumbran a hacer gala de comportamientos sexistas y racistas.
Los acosadores desafían las normas de una sana convivencia. Su pensamiento es rígido, cualquier fallo mínimo en otra persona es un disparador de intolerancia y una excelente oportunidad para mostrar su supuesta superioridad. No son personas a las que les guste dialogar, en el sentido de intercambiar ideas y puntos de vista distintos, o que tengan una actitud positiva respecto al consenso. Lo que no encaja con sus ideas o sus creencias está fatal y fuera de cualquier beneplácito. Son enfermos manipuladores, mentirosos, utilizan el engaño y el chantaje para causar miedo, ponen en boca de sus maltratados, cosas que jamás han dicho, inventan patrañas, todo con el propósito de erosionar la credibilidad del acosado.
Su aparente seguridad y competencia suele encandilar a otras personas, frágiles, inestables, que atraídas por su aplomo esperan encontrar en su amistad, e incluso en sus relaciones íntimas, virtuales o reales, un bastón en que apoyarse.
En ningún momento los acosadores merecen admiración sino lástima. Y lo peor de todo, son irrecuperables.
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