El sótano.
¡Bajar al sótano!
¡Qué placer era para mí, bajar al sótano!
En aquella lejana época cuando apenas era una niña traviesa que gustaba de descubrir cosas viejas, aunque nuevas para mí.
Hoy es diferente, ¡Cómo me cuesta bajar al sótano! Ya no tengo nada que descubrir más que cosas viejas que muchas veces quisiera olvidar pero que me es imposible.
Entre esas cosas viejas está el baúl, gastado por los años, repleto de libros tan viejos como él, hermosos libros que leía con placer y admiración pero que hoy ya nadie conoce ni lee y si hablas de ellos a la gente joven te dirán que están pasados de moda o te preguntarán ¿qué es eso? Y verás que nadie los ha leído y sentirás lástima por ellos, por lo que se han perdido. También están las fotografías de personas que quizá si se vieran ellos mismos, ni se reconocerían. También están aquellos cuadernos en los que escribía poemas cursis, alguna canción de moda y el nombre del muchacho de turno repetido mil veces, escrito entre corazones entrelazados y las flores marchitas entre sus páginas, flores que ya ni recuerdo quién o quienes me las enviaron pero que cada una en su momento tuvieron algún significado para mí.
A veces me pregunto ¿qué diferencia hay entre mi baúl y los cientos de miles de baúles dispersos por el mundo entero? Y solía contestarme a mí misma que ninguna, que todos debían guardar casi lo mismo pero hoy debo decir que mi respuesta ya no es la misma, quizá debido al tiempo transcurrido que nos hace más sabios y todo lo cambia que no pienso igual, hoy diría que mi viejo baúl no es igual a los demás, en realidad es muy diferente a cualquier otro porque ese es mi baúl y en él está guardada mi vida, mi corazón, mi alma y todo mi ser y que de ahora en adelante bajaré más seguido al sótano, tal vez estando ahí… me reencuentre a mí misma.

Omenia 6/4/2022