Estamos aquí. 
Hombro con hombro. 
Compartimos 
el mismo espacio, 
y respiramos 
el mismo aire. 
Nos cubrimos, 
para abrigarnos, 
de las mismas 
noches frías. 
 
 
Nos protegemos 
en tiempos 
de tormentas, 
para recibir 
el buen tiempo 
a cara descubierta. 
Ambos esperamos 
lo mismo. 
Ambos esperamos 
lo mejor para ti. 
 
 
Pero existe y crece 
una gran distancia 
entre nosotros. 
Una distancia  
que se expande 
con urgencia 
en pestañeos 
de otros. 
Una distancia 
que nos aparta 
como extraña 
sustancia. 
 
 
Una distancia 
de años impares, 
que se acrecienta 
por templados días, 
rostros con arrugas 
y miradas frías. 
Una distancia 
que me arroja 
y te arroja al vacío, 
de la soledad 
acompañada 
de hastío. 
 
 
Una distancia 
que se te cruzará 
en recuerdos futuros, 
en el silencio 
de tus años viejos, 
en una tarde de invierno, 
parado sobre 
un verde pasto eterno. 
 
 
Una distancia 
que se te cruzará 
en un sueño despierto, 
remojado de pensamientos, 
de una lluvia incansable 
de cosas simples 
y del inentendible 
susurro del viento. 
 
 
Y esta vez, 
estaremos otra vez, 
hombro con hombro, 
queriendo acortar 
el tiempo que nos separa. 
Yo tumbado en la tierra 
tu mirando el suelo. 
 
 
Y esta vez, 
estaremos otra vez, 
hombro con hombro, 
jugando a que te escucho, 
jugando a que 
nos comprendemos. 
Jugando a aprender 
a querernos, hijo mío, 
aunque no nos conocemos. 
 
 
 
  |