La sorprendió. Estaba parado al lado de ella con su traje negro, su camisa blanca bordada y su corbata violeta. Lo vio y le comenzó a gritar
— ¡Adonde vas, con quien vas a salir, me vas a dejar ahora en plena noche!
El, incólume saco la llave de su camioneta cuatro por cuatro, la encendió y partió rumbo con desconocido para Roberta.
Ella con su GPS en el celular, comenzó a verificar adonde se dirigía y lo constato una hora después. El sitio era en Olivos.
Luego de cuatro horas Roberta fingió dormir. El entro de forma despaciosa y se desvistió con cuidado. Ella lo increpó
— ¡Donde estuviste!
— ¡Que te importa, sos mi carcelera!
—Soy la que te cocina, te lava la ropa, te escucha dormir cuando roncas
—Vos sos mi confidente mi amiga, pero tenía que demostrarme que podía seducir a una nueva mujer.

Roberta saco de la mesita de luz, el arma que Aníbal había comprado tiempo atrás para defenderse, y sin mediar raciocinio le disparo al abdomen.
Borbotones de sangre regaron el piso, Roberta desmayada de dolor y angustia, porque igual lo amaba. esperó de forma paciente a que acudieran los vecinos al escuchar el disparo.
Ya no la volvería a engañar.