“El trabajo de un maestro no consiste tanto
enseñar lo aprendible, como en producir en
el alumno amor y estima por el
conocimiento.”
John Locke
Opus 1: La hora de la foto (Día de graduación)
A un lado, a ese lado precisamente, ese, no otro,
en el lugar exacto donde la risa se encuadra bien,
en el celebrado retrato posicionado que encanta,
fraguada sonrisa en lapidaria imagen que nos excusa,
cuidado, no se vaya a despertar a la hora del retrato.
Opus 2: El sueño despierto (Oratoria docente)
Sé bien que mi verdad debe ser una retórica útil
en ese pragmatismo elocuente que no me delate,
en la consciencia precisa para esta lúcida locura,
aprendiendo mi propia lección en la ajena mirada,
en un saber que lo sé, aunque yo no sepa nada.
(y viceversa)
Opus 3: Los deberes de casa (Mi yo ejemplar)
No sabía que después de todo ese haber vivido,
ahora necesario era evolucionar, seguir enfrente,
aleccionar nuevas generaciones para seguirme,
ser líder, aunque ni yo conozca bien mi destino,
mediarme en esta biunívoca falacia consentida.
Opus 4: Sin esperar a la esperanza (Celebrada liturgia)
Qué no decaiga nunca esa nuestra fe incondicional
esa verdad que se responde sin formular preguntas,
en una engañosa celebración entre cuatro paredes,
en la amabilidad del mismo gesto que nos condena
y que al mismo tiempo nos redime de toda culpa.
Opus 5: Auto Lapidario (Catalogo de penas)
El discurso más encendido apaga nuestro fuego
y es esa luz que ilumina sin proyectar más sombras,
el legado infame de una condescendencia inútil,
un ethos incontrolado y febril, modernidad líquida,
esa lección que nunca se llegará a aprender bien.
Obs.: La educación de la práctica no es la práctica de la educación. La puesta en marcha de la educación no es anunciar la voz sin pronunciar una sola palabra. Teorizar la educación no es esculpir los mandamientos en una piedra soluble.
Pensar la educación ha de ser siempre el camino para el pensamiento en la educación.
JIJCL, 2 de abril de 2022
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