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En el cielo no se pinta
Aunque hace poco tiempo que disfruto de las bondades del cielo, debo confesar que estoy muy satisfecho con mi nueva realidad. Me rodea una belleza inigualable y me acompañan unos seres que proyectan gozo y paz; los ángeles amenizan el ambiente con bellas melodías extraídas de sus arpas.
El ambiente y la compañía son excelentes, aunque debo reconocer que extraño pintar cuadros, una de mis actividades favoritas en los predios terrenales.
—Lo lamento, —me dijo el ángel a quien solicité una camba, pinceles y colores— en el cielo no se pinta. Tienes que buscar otras alternativas para entretenerte.
No me había repuesto de la triste noticia, cuando desperté sobresaltado con los toques de bocina de un auto que, desde el estacionamiento, interrumpió mi sueño vespertino donde habitaba en el paraíso de la eterna felicidad.
Me levanté sobresaltado y me dirigí, de inmediato, al taller donde paso horas memorables cada mañana, pintando paisajes y retratos, así como embardunando lienzos de diverso colorido, para crear pinturas abstractas.
Allí, con renovada inspiración, trabajo rodeado de decenas de obras de diferentes temas y formatos que yacen apiladas en el piso o colgadas en las paredes. En un estante reposan los libros de arte que suelo consultar.
En un rincón contiguo a la única ventana, tengo sendos caballetes, custodiados por las mesas auxiliares donde reposan las paletas, una caja de colores y un tarro con espátulas y pinceles de diferentes formas y tamaños. En sus gavetas guardo lápices, acuarelas y carpetas de dibujo; y en un rincón tengo los bastidores y alguna porción de tela, lista para ser cortada para graparlas en los nuevos bastidores que me trae el carpintero.
Con la inquietud que me produjo el sueño, y guiado por un impulso, tomé un formato de medianas proporciones y lo coloqué sobre un caballete. Puse algunos colores frescos sobre una paleta limpia y apliqué algunas pinceladas sobre el lienzo.
Mi hija, que cruzaba accidentalmente por el pasillo, se extrañó de verme en pintura y me cuestionó:
—Qué raro. ¿También estás pintando en las tardes?
Sonreí, recordando la frase del ángel, y ante su extraña mirada le respondí, al tiempo que aplicaba un enérgico trazo de azul ultramar degradado con algo de blanco:
—Sí. Desde hoy he decidido aprovechar al máximo mi tiempo en la tierra: en el cielo no se pinta.
Alberto Vásquez.
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Texto agregado el 29-03-2022, y leído por 109
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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30-03-2022 |
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Muy linda e iteresante historia, la propuesta de aprovechar al máximo en tiempo en la tierra me parece sencillamente excelente. Shou |
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30-03-2022 |
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Una anécdota bien delineada; la transición del sueño a la realidad lo mismo que la descripción del taller y su ulterior motivo, también; el final es plausible, acorde y excelente como remate. Muy bueno. D2EN2 |
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30-03-2022 |
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Muy bien, hay que aprovechar al máximo el tiempo en lo que más nos gusta hacer. Pintar, escribir, leer, escalar, patinar, montar en bicicleta, etc. Excelente texto. maparo55 |
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30-03-2022 |
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Muy bien, hay que aprovechar al máximo el tiempo en lo que más nos gusta hacer. Pintar, escribir, leer, escalar, patinar, montar en bicicleta, etc. Excelente texto. maparo55 |
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29-03-2022 |
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Maravillosa tu guía que me sirve para no postergar eso que siento tanto, me fascina pintar también. Cinco estrellitas que alumbren los colores. ***** MujerDiosa |
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