Enero 21 de 2009.
Hace tres días tuve un pequeño desvanecimiento, duró unos pocos minutos y luego presenté fiebre, estaba con mi mujer mis dos hijos y mi hermana, ellas (mi mujer y mi hermana) se asustaron y quisieron llevarme al policlínico pero me negué, porque en lo profundo de mi ser presentí que no volvería a casa.
Tengo que reconocer que estoy asustado que mi tranquilidad es solo una fachada, una coraza para proteger del dolor a mi familia más cercana, en el fondo estoy solo, estoy aterrado y por las noches no logro dormir, la angustia de no despertar gana su espacio entre el pecho y la garganta y con la excusa de que la cama es muy estrecha para los dos, le pedí a mi mujer que duerma en la otra habitación porque así puedo estar más cómodo y ella puede dormir más tranquila, pero es mentira, en realidad es para poder llorar en silencio mordiendo las sábanas para que no me oigan.
En la inmensidad de la noche escucho todos los ruidos nocturnos, ruidos a los cuales nunca antes presté atención, la vida continua mientras todos duermen, un perro ladra en la casa de mi vecino y otros tantos responden en la lejanía, la escala que cruje, un grillo frota sus patas produciendo su característico cric-cric-cric para seducir a alguna hembra, los ronquidos de mi mujer en la otra pieza, alguien pasa corriendo por la calle, mis intestinos se suman al concierto nocturno y todo acompañado por mi desolación, por mi soledad y mis sentimientos de derrota.
Por la mañana mi rostro cambia y a pesar de los pómulos salientes y mis ojeras, me muestro sereno.
Enero 28 de 2009.
El verano tiene días largos, el sol sale más temprano y se oculta más tarde, a las nueve aún uno sabe si saludar con un “buenas tardes o Buenas noches”, mientras los días se alargan la vida se acorta, pero eso no solo es para mí, la vida se acorta para todos, como no puedo hacer casi nada, salvo estar sentado, me da por pensar en todas estas cosas, también leo y escribo y lo más…dormir…dormir, junto con lo menos….comer.
Camino muy poco porque las fuerzas no me acompañan entonces reflexiono y ¿Quién sabe? Hasta algo de filósofo me ha surgido, quisiera encontrar respuestas a tanta inquietud a tantos hechos que suceden, mi vida o lo que queda de ella transcurre entre luz y sombra, cuando pienso en quienes me rodean luz.
Antes de ayer conversando con mi sobrino se mostraba tan acongojado con todo esto y yo, que de alguna manera fui un poco papá de él un tiempo, cuando vivía con mi hermana que es viuda, bueno, lo vi tan afligido por este cáncer mío siempre presente pero nunca nombrado abiertamente, como si al ignorar la palabra se atenuara el mal.
- Al fin de cuentas – le dije – Esto no es más que una enfermedad como tantas otras.
¿Te acuerdas cuando perdí la visión del ojo derecho? Eso fue por un alza de presión repentina, pudo haber sido peor, mucha gente sufre un infarto cerebral y se muere, yo en cambio solo perdí la mitad de la visión.
Este cáncer, lo único que tiene de diferente, es que uno se va muriendo más rápido que los demás y uno lo sabe, pero ¿Cuántas personas hay que salen de sus casa y nunca vuelven?, siempre está la posibilidad de un accidente y chao, yo en cambio tengo todas mis cosas resueltas, nada va a ser sorpresivo, todos vamos al mismo fin ¿Para que sufrir?
Vi como le cambiaba su rostro, él, que siempre estaba haciendo bromas, recuperó su sonrisa viva y alegre y me dijo.
- gracias tío, gracias por ser así -.
Cuando uno piensa las cosas desde afuera y sin los hechos presente, podría suponer que el enfermo debería ser el sujeto de afecto, de apoyo y todos deberían esmerarse en que se sienta confortado y en compañía, pero en mi caso siento que ha sido al revés y no es que me esté quejando, al contrario, estoy feliz, si tiene cabida el término, feliz de poder dar animo y tranquilidad a quienes me rodean y sufren por mi, procuro que todos se sientan tranquilos y vean las cosas con otros ojos, nadie se muere antes ni después, la muerte llega cuando llega, es sorpresa para la gran mayoría, salvo para algunos cuantos “privilegiados” como yo, que aun así tampoco tengo un día ni hora señalado con antelación.
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