Cuentan que hace tiempo, en Nueva Guinea, las montañas papuanas a veces encierran aún hoy en día, seres salvajes y primitivos, que manifiestan su dolor de manera dramática, a veces, sangrienta.
Un joven al que llamaremos Zacual, dueño de un carácter violento, tuvo el beneficio de ser recompensado por sus tareas, con un viaje fuera de los límites de su territorio. Estuvo cerca de cinco meses fuera de la tribu.
A su regreso, relató cosas asombrosas para su entendimiento, tales como agua que se extendía y extendía sin terminar jamás. Contó que al probarla, su asco fue grande, ya que estaba salada, ¿cómo cocinar con ella? Incluso vio que flotaban casas enormes encima de la superficie, casas que hacían demasiado ruido, e iban de un lado al otro. A sus parientes y amigos, les costaba creer semejantes disparates. Más que nunca, cuando dijo que varios espíritus se metieron en una caja de donde salía música y voces, llegado a ese punto, las carcajadas fueron estrepitosas. ¿A quién se le ocurre hacer ese tipo de barbaridades?
Como sea, Zacual, luego de relatar parte de sus aventuras, fue a reposar a la choza que compartía con Abidu, su flamante esposa. Se habían casado pocos días antes de su viaje y la extrañaba bastante. La verdad es que Abidu también lo echó de menos, mucho, mucho.
Claro que nunca faltan ciertas personas a las que les gusta como nada, hacer el mal, de manera que no perdieron el tiempo y le contaron a Zacual, que su joven esposa, se veía con otro hombre de un pueblo vecino. Parece ser le susurraron, que la habían visto “en las hierbas” con él. Incluso no se la veía durante días enteros, y aseguraban, también faltó algunas noches.
Al oír esto, Zacual se dirigió a la selva, estuvo fuera durante dos días. Parecía que se había calmado, sin embargo al volver, los gritos e insultos a su mujer, fueron impresionantes. La aldea en pleno presenció las explosiones de maltrato.
En realidad Abidu, era inocente por completo. Jamás había existido joven alguno. Ella amaba únicamente a su esposo y se había casado virgen y enamorada como pocas. Pero existe gente que al parecer envidia semejante regalo de Dios, ser joven y casarse con amor.
Mientras tanto Zacual gritaba a los aires y al mundo todo su dolor, manifestando una cólera como pocas veces se vio. De varios puñetazos, destrozó la choza de ambos arrancando la paja y las maderas, agitando enloquecido los puños, vociferando, enardecido como nunca.
Abidu temblaba de miedo, protegiéndose la cabeza con sus brazos. No sabía qué le ocurría a su enamorado. Se hizo chiquita con la esperanza de pasar algo más desapercibida, pero qué va! Zacual la arrastró frente a todos y cuando pensaban que la iba a matar, hizo lo que para ellos era algo peor: le arrancó la ropa, dejándola completamente desnuda.
Tal hecho, era lo más vergonzoso que podía existir para sus costumbres. Pese a que en realidad sus habituales prendas de vestir no cubrían demasiado, quedar desnuda por completo a la vista de toda la tribu, era el mayor de los vejámenes.
Dentro del silencio que se produjo, Abidu corrió gritando su vergüenza, hacia el más elevado de los árboles que encontró, trepándolo como pantera. El árbol tenía una altura de 20 metros pero fácilmente, con rapidez, llegó a la cima. Desde allí, miró a todas las personas que se reunieron al pié, miró a su enamorado que la veía desde abajo, desesperado, le juró por su inocencia y por su amor eterno, luego dando un grito, se dejó caer.
Al pegar con la cabeza en el suelo, se rompió las vértebras cervicales, muriendo de forma instantánea.
Se nota que la muchacha, tenía el pudor grabado en su alma. ¿Cómo seguir viviendo después de lo sucedido?
Zacual desapareció en la selva, y nadie lo volvió a ver.
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