LA TÌA EFI
Era día de fiesta para la numerosa familia López Pérez, cumpleaños de la matriarca, la tía Efi, viuda de un riquísimo industrial que la dejó envuelta en oro. No tenía hijos, en cambio un tropel de sobrinos y sobrinos nietos que la “barbeaban” descaradamente para que los apoyara económicamente, además por la futura herencia. Ella los tiranizaba, los ayudaba, pero con discreción, siempre y cuando cumplieran sus caprichos. Los obligaba a cumplir con la iglesia ya que era católica de corazón y pertenecía a todas las sociedades pías de la Catedral y benefactora del colegio “América” de los jesuitas.
“Algo es algo”, murmuraban los sobrinos mayores por la escasa lana que obtenían de ella.
En la mañana había asistido la familia en legión a la misa en honor a ella que se efectuó en Catedral, el mismo Obispo ofició. Jaime, el sobrino rebelde y oveja negra, no asistió.
—Así que eres ateo, —la tía amonestó a Jaime antes de la comida—, me haces el favor de irte y no volver a pisar esta casa.
Jaime con parsimonia acabó de tomarse el agua de horchata (era lo que se bebía por indicación expresa de la tía), se levantó de su asiento y con tranquilidad se fue, la puerta de la calle la cerró con cuidado. En el trayecto no dijo nada.
—¿Por qué Jaime no traga a la tía? —preguntó un sobrino.
—Es que es médico especialista y le va muy bien, no necesita dinero de la tía. —fue la respuesta.
El tiempo, que lo único que hace es añadirnos años, pasó con aparente rapidez, la tía Efi cumplió su destino en la tierra y transitó a la dimensión desconocida. Fue inhumada con todos los honores y puesto su cuerpo en el elegante mausoleo a un lado de su fallecido esposo.
—¿Cuánto dinero les dejó la tía en su testamento? —preguntó Jaime a su hermano mayor.
—Cuál testamento, nos dejó pura madre de dinero. ¡Vieja cabrona! Con un notario todas sus propiedades las escrituró en donación al colegio “América” y ella como usufructuaria vitalicia. Y el dinero en el banco lo donó a las sociedades pías. Así que no necesito redactar ningún pinche testamento.
Jaime río con sonoras carcajadas.
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