SUERTUDO
Tengo un amigo, Pepe, que se cree guapo, soñado, bordado a mano y que es irresistible para las mujeres. Además, es aficionado a las estadísticas, dice “de cada 10 chavas a las que les pido, eso que te conté, una me hace caso. Es mi método y no me falla”.
El otro día me avisaron que encontraron a Pepe tirado en la calle golpeado e inconsciente, un alma piadosa llamó a la Cruz Roja y esta lo recogió.
Yo, que sigo lo que dice la Madre Iglesia, de visitar a los enfermos y más a los golpeados, fui a visitarlo. Lo encontré todo madreado y le pregunté:
—¿Qué te pasó?
—¡Ay, Dios! Una chava a la que seguido le he “tirado los perros”, pero siempre me ha mandado a volar. Soy fiel a mis métodos, me la encontré cerca de su casa y volví a insistirle. Esta vez me sonrió, me dije “ya fregué”. Ella, coquetonamente me dijo: “espérame tantito voy por mi bolso, ya vuelvo”.
—¿Y volvió?
—Sí, acompañada de un “gorila” que me presentó como su hermano. Este mal educado no correspondió a mi saludo, en su lugar me agarró como saco de boxeo, me golpeó a placer y ya tirado me zapateó hasta que perdí el conocimiento. Y aquí me tienes con dos costillas fracturadas, Sin embargo, tuve suerte.
—¿Suerte?
—Claro, de haber sido el marido me hubiera recetado balazos en vez de golpes. Es lo que acostumbran a hacer los cornudos.
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