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Inicio / Cuenteros Locales / Anthony_2792 / Otra historia en el Callao

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I

Dentro del auto los cinco sujetos van fumando. Da vueltas un cigarrillo de marihuana mientras alguien entre sus manos va desmenuzando lo que será el próximo bate. Todos están nerviosos, apretujados, tienen la complicada tarea de asesinar a su jefe. El auto se desplaza lentamente entre las calles, el sin sabor y la tensión del silencio hace que se miren y comprendan que luego de esta hazaña, tarde o temprano, todos morirán. Van conduciendo de noche por las calles del Callao, todo lo tienen planeado, van al lugar donde esperarán al desafortunado. El dato fué qué el traicionado vería a su amante esa noche, uno de los traidores de la banda dio indicaciones exactas del sitio (siempre tomaba caminos distintos, alguien debía averiguar la ruta, ese alguien era su lugarteniente segundo, el Cholo) y la hora en la que el jefe iba a estar.

Con las armas listas y empuñadas se dirigen nerviosos a cometer el delito. No hay duda que asesinaran al jefe, tampoco hay duda qué morirán: sí, después de la muerte de este, no logran tomar a tiempo la organización.

En el punto donde esperan rastrillan las armas para la acción, se preparan porque un carro pasa por ahí.

—Alguien viene, listos todos.
—No, no, no, no es él, no es el carro — dice el primer lugarteniente
—Ese hijo de puta no llegará nunca —se enfada Antonio.

Antonio estaba ahí porque el jefe había mandado matar a su hermano; el primer lugarteniente se enteró de que su mujer era una de las perras del jefe; alguien estaba ahí, junto a su primo, porque le hicieron robar a su propia sangre (una argucia disfrazada de prueba de lealtad donde no se enteró de la verdad hasta después de lo ocurrido); el más viejo quería vengar la muerte de su hijo, un joven sicario que fue callado por exponerse en la prensa.

—¿Seguro que vendrá?
—Segurísimo, sé que planeó ver a esta mujer, fue insistente, vendrá.
—Se ha enterado
—Ten paciencia Antonio, ten un poco de fe hombre
—Pidió el Mercedes Benz, vendrá
—¿Blindado?
—Un deportivo
—Se lo huele todo, nos va a pescar, lo presiento
—Y qué quieres hacer, Antonio, ¿Abandonarnos, marcharte a casa?, Hay que terminar con esto. Mi familia huevón, ¿sabes qué les pasará si no hacemos rápido las cosas?
—Cálmense todos, puta mare, si tiene un culito esperándolo, vendrá.

De repente un auto hermoso se acerca, con las lunas abiertas.

—Ahí están, ese es
—Arranca

Todos preparan sus armas, una vez más, y salen tras el deportivo

—Apura huevón, hay que cerrarlo
Aceleran y toman el otro carril para adelantar
—Más rápido y a velocidad constante

Al estar en paralelo, todos tienen las armas apuntando a la ventana del jefe, que mira distraídamente el celular. El primer y segundo disparo dan en su pecho, el tercero es para la cabeza del conductor, que muerto se despista.
Se detienen, las llantas gritan en la acción, todos bajan del auto y se acercan al Mercedes, una ráfaga de balas salen del coche siniestrado, el jefe se defiende, todos al piso, ahí esperan a que saque el cuerpo para apuntar, y cuando lo hace Antonio le pega un tiro.

—Traidores— gime el jefe.

Todos disparan al cuerpo que se desangra en la pista. Se desarman. Se alivian.

—Está muerto, al fin

Después de tomar algunas fotos, huyen del lugar dejando el cadáver tirado en la calle.

Ya resguardados, hacen la llamada al contacto, el cholo, que iba a avanzar con la toma de la organización.
Este contesta después de informar que el jefe fue ejecutado por los cinco traidores, y que él era el indicado para cobrar venganza y preservar el legado. Le creen. Mientras los nuevos socios juran lealtad suena el teléfono móvil. Los presentes respetuosamente esperan que atienda la llamada. Contesta.

—¿Si?
—Cholo—habla agitado— lo quemamos, está en la pista a 10 metros del punto, ¿Quieres verlo?
—No, no estoy con mi mujer ahora, intenta llamarla a su celular
—Cholo ¿Me escuchas? Soy Antonio, el jefe está muerto, cumplimos nuestra parte
—No estoy para recados, si quieres hablar con mi esposa espera a que ella te conteste. Ahora colgaré porque no estoy para cosas domésticas, necesito la línea para trabajar.
Cuelga.

Antonio entendió que el Cholo se haría el desentendido, y que él los perseguirá y los acusará para preservar el poder.

—Siempre contamos con su participación, mas no con su traición, nos matará, hay que separarnos, cada uno baila con su propio pañuelo
—Hay que escondernos donde podamos
—Que no los cojan con vida, ya saben lo que pasa.

Todos beben sus tragos, se miran unos a otros y se despiden cordialmente, trabajaron juntos tantos años, y ahora saben que sus propios compañeros harán de ellos papilla en las próximas horas.

—Si salen a provincia tengan cuidado en los terminales
—Salgan por el jardín

Se apagan las luces y todos se hacen humo.

Esta noche el Callao tiene tráfico: motos y camionetas van de un lado para otro. Se escuchan lamentos, y disparos por las calles, gritos de venganza, música salsa en las calles, todos despiertan, todos saben que el jefe ha muerto, todos quieren saber quién fue, quién lo mató, en los estados de WhatsApp salen sus rostros denunciados por traidores. Van muriendo uno a uno. Todos acribillados, irreconocibles. Solo falta Antonio.

II

Antonio va a la casa de Milagros, amiga de su infancia, se esconde dentro de la quinta, ella lo deja entrar, pero no es lo bastante rápida para evitar que algún soplón lo vea. Y lo ven.

—Solo está noche, mi última noche
—Puedes dormir en el sofá

Al día siguiente, mientras dormita, se escucha de fuera:
“Antonio, el Blanco, sal de tu hueco, rata traidora”.
Empuña su arma y observa por la ventana el exterior: un ejército de personas armadas y chalequeadas lo esperan afuera.

—Antonio, entrégate, te perdonarán
—Ve al baño Milagritos, enciérrate y tírate al piso, y no te levantes pase lo que pasé. ¿De acuerdo?
Asiente con la cabeza.
—Escúchame, te quiero mucho Milagros y no puedo dejar que me agarren vivo. Cuídate, gracias por todo.
—No, Toño, no salgas, llama a la policía
—NO… entra, enciérrate y agáchate.

Asustada obedece.

Antonio entiende que quieren matarlo, si muere fuera no será necesario que entren a la casa de Milagros.
Se prepara para salir, inhala con fuerza, exhala resignado, siente el aire en sus pulmones, el frío tacto del arma, su corazón agitado, sus ganas de orinar. Blandea la puerta y sale disparando. La lluvia de balas le impide avanzar, va sintiendo el ardor, y como cada vez duele menos. Negro. Silencio. Atemporalidad.
Antonio está muerto.

El cholo tomó el poder, pero, no duró mucho, fue traicionado por sus nuevos socios.

El mar de muertos de lo que algún día fue el puerto más importante de Perú sigue reclutando jóvenes audaces y agrandando una lista infinita de injusticias.


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*Bate: cigarrillo de marihuana

Texto agregado el 18-03-2022, y leído por 139 visitantes. (2 votos)


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