Liborio Martínez llegó borracho a su casa como tantas otras noches. Había ingerido una buena dosis de tequila en compañía de “un compa”; cuando sintió que ya no podía más, que si se tomaba otra iba a poner “fonda” en el piso de la cantina, se levantó y se fue sin despedirse. Le costó trabajo encontrar la cerradura y abrir la puerta, ya que ésta tenía un vaivén extraño que le impedía a Liborio maniobrar con certeza.
Entró canturreando una tonadilla amorosa, que se le había pegado después de escucharla como cien veces en la sinfonola de la cantina:
“No me conoces aún,
porque lo nuestro
fue tan pasional...”
Accionó el interruptor de la luz y tratando de conservar el equilibrio, atravesó la sala directo hasta la recámara. Vio la cama como una bendición. A punto de tirarse en ella, miró el espejo de cuerpo entero que estaba colocado sobre la puerta del ropero y se espantó; se espantó con su propia imagen, que reflejaba el estado lamentable en que se encontraba. Se acercó al espejo para mirarse más de cerca y comprobar si aquella caricatura de hombre era efectivamente él. Se le acabó el canturreo.
- ¿Quién eres tú? - le dijo a la imagen del espejo. - Te pareces algo a mí; pero yo no tengo ese aire estúpido en la cara ni esa sonrisa torcida y bobalicona. Se me hace que estás briago, porque tienes la nariz como jitomate y los ojos medios vidriosos. ¿No te hayas drogado, eh?, eso friega mucho la salud y hace atole el cerebro. ¡Y mira que facha traes!, la camisa de fuera, el pantalón todo arrugado, eres una verdadera lástima. No creas que me das compasión por como te miras, si has llegado hasta donde estás, es porque tú mismo te lo has buscado, pinche ingenierito de mierda. A ver, ¿no que mucho estudio y que mucha educación; que voy a trabajar en una compañía donde gane muchos billetes y tenga para comprarme lo que se me antoje y conseguirme la vieja que quiera?, puros sueños, puras mentiras. La vieja que te gustaba y que estaba bien buena, en cuanto se encontró con otro que sí tenía dinero, te dejo “chiflando en la loma”. Tus amigos, cuando tenías para invitarles algunos tragos, ai´staban contigo; cuando ya no invitaste, te fueron dejando, mientras tú seguías embriagándote casi solo, cayendo cada vez más. ¿De qué te ha servido haberte graduado con excelentes calificaciones, ser medianamente inteligente y dizque culto? El pinche vicio del alcohol te tiene atrapado y tú no tienes ni tantitos huevos para librarte de él. Y ni quieres, además.
- ¿No me dices nada? ¿Voy a seguirte hablando como pendejo, para que nomás te quedes callado y mirándome con ojos idiotas? ¿No te da tantita vergüenza de cómo te ves? Ríete, sigue riéndote como estúpido. ¿O te estás riendo de mí, te estás burlando de lo que te digo?... No quiero enojarme, porque no me conoces enojado y te puedes arrepentir si me provocas. Furioso, soy más perro que un dóberman, más fuerte que el pinche hombre verde ése... ¿cómo se llama?... el Hulk.
-Deberías aprender de mí; mira que figura, que gallardía y prestancia emana de mi persona. Aquí donde me ves, estudié como tú la carrera de ingeniero en alimentos y soy respetado en mi trabajo por mi experiencia y mis atinadas decisiones. No te burles, no te rías, te digo la verdad. Yo no soy un mugroso consumidor etílico como tú... ¿Te ríes nuevamente de mí? ¿Te estás cagando de risa de mis palabras?... Ora si ya me cansaste, vas a conocer en este mismo momento de los que es capaz Liborio Martínez, ¡el ingeniero en alimentos, Liborio Martínez!
Se plantó furibundo ante al espejo y con un “upper” de derecha, digno de un campeón del mundo, convirtió en pedacitos aquella imagen repugnante que se mofaba de él. Observó la mano dolorida por el golpe, la sangre abundante y tibia que manaba de ella. Algunas gotas cayeron sobre los fragmentos del espejo roto. Se miró en algunos de ellos y pudo comprobar que la odiosa imagen que había intentado destruir, continuaba reflejándose, ahora muchas veces multiplicada y con la misma mueca burlona, triunfal. Entonces le dieron ganas de llorar. Dolorido, sintiéndose la peor basura del mundo, cayó de rodillas llevándose ambas manos al rostro. Lloró entre sollozos, lloró a gritos, lloró como no lo hacía desde hace mucho tiempo, lloró como no había llorado desde que era niño... |