"Sobre el lago, otro lago:
un cielo de estrellas azules.
Puedo tocar
con la punta del agua
los dedos:
deslizarlos sobre lo imperceptible,
escribir una caricia.

Yo, que atesoraba un mundo de margaritas
en la falda de mi abuela…
Sus galletas de naranja,
lo interminable de la tarde.

¿Cuándo mataron a la niña
que no quería dormir la siesta?
Sentir el silencio de los grillos
mientras sueño despierta
las cosas que de verdad importan.

¿Seré el mismo cadáver flotando a la deriva esta noche?
Volver, al lago rendido en sus ojos.
Al mal poema.
Anhelando el señuelo en sus letras,
el anzuelo en mi boca".