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Deeni era ágil. Subíamos por el camino hasta lo alto de la barranca. veíamos el río, el pedregal blanco. Percibíamos el silencio, y acostados con las manos bajo la nuca veíamos pasar las nubes.
De regreso me enseñaba unas hojas.
«Son del niño Dios. A finales de noviembre se preparan anunciando el nacimiento de Jesús».
Las mulas trompicaban al cruzar el río. Sabíamos que al día siguiente se instalarían en el mercado los arrieros. Mamá buscaba especies; papá, los arreos para el caballo; mi hermana las peinetas; pasadores y aretes; yo, andaba a la caza de las canicas con sus chispas de color.
Aquella noche escuché a mamá.
—¡Levántate! ¡Levántate!
Hacía frío y ella se acurrucaba, como seguía acostada, la zarandeó de su trenza.
—¡Qué! ¿No oyes?
Le di mi camisa de franela para que se cubriera, pero mamá volvió a apresurarla y fue tapándose solo con sus brazos.
Papá llegó borracho y pidió de cenar. Afuera se oía la lluvia y el viento. Deeni salió a comprar un cuarto de aguardiente, regresó temblando, estornudaba con fuerza.
Por la mañana mama le tocó la frente. «¡Por Dios! ¡Está ardiendo!». Con rapidez cortó la cáscara del árbol de chaca y la albahaca la estrujo con alcohol; puso lienzos en la cabeza.
Por la noche al respirar sumía la panza, el pecho le gorgoteaba y una espuma salía por su boca. Papá fue al pueblo grande en la madrugada para buscar al señor que cura. Cuando llegó el médico encontró el cuerpo tibio; y lo sé porque estaba debajo de la cama y apretaba con mi mano su mano.
Mi madre se hincaba suplicando.
—¡Regrésemela doctorcito! ¡Le pago lo que quiera, ándele no sea malito! ¡Regrésemela! ¡Por lo que más quiera! ¡Por lo que más quiera!
La enterraron una tarde de lluvia. El camino al cementerio se volvió pegajoso y en el silencio se oían los sollozos de mi madre. Desde lo alto del campo santo se divisaba el sendero que va a la cañada. Me parecía verla corriendo y yo tras ella.
«Se siente uno como un racimo de plátanos; de un día para otro se ponen amarillos, luego caen, y el tallo donde ellos se sostenían queda solo. La tristeza no vuela como las semillas. Lloro, pero nadie me ve, lo hago hacia adentro. Voy al monte, a la cañada para recordar a mi hermana y cuando regreso mamá me pregunta que si no quiero agua, le digo que no. Ella no sabe que bebo mis lágrimas».
¡Hoy es un gran día! Me dijeron que los muertos llegarán en la noche; y saben, ¡estoy feliz porque voy a encontrarme con mi hermana!
Mamá hizo pan de muerto. La abuela los tamales. El altar luce de colores. Papá fue por las flores de cempasúchil, son amarillas muy olorosas, ellas y las veladoras hacen que los santos difuntos encuentren el camino. Primero llegan los muertos chiquitos y después los grandes. Iré a la cañada a buscar lupitas que es el fruto de monte que Deeni saboreaba.
A media noche, los ruidos del monte se oyen claros.
Una luciérnaga revolotea y se posa sobre mi brazo. Me dejó la sensación de que es el espíritu de mi hermana. Había prometido no dormir para verla y me dominó el sueño. Caminé hacia el altar. A la luz de las velas veo que las lupitas están en el mismo sitio, nadie las ha tocado, o sea que Deeni no encontró el camino, no la dejaron venir o, lo peor, no quiso.
Fui a la cañada. A la mitad del camino abrió la mañana. Voy al lugar donde florece la enredadera, los frutos son amarillo intenso que al abrirse dan la dulce semilla y dibujan la imagen de la virgen de Guadalupe.
No puedo callar, la llamo con todas mis fuerzas. ¡Deeni! ¡Deeni!
Salí llorando. Rompí con coraje las hierbas del camino y brotó el perfume de la flor de cempasúchil. Mis ojos van hacia la hondonada y en el corazón de la mancha verde florece el rojo quemado de las nochebuenas. Aún no es tiempo de que el verde cambie a rojo, entonces ella si vino.

Texto agregado el 10-03-2022, y leído por 177 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
12-03-2022 —En cuanto a la presentación como cuento excelente y en lo relativo al fondo de lo narrado, que es lo que incide en los sentidos, además de excelente, sobresaliente y emocionante de forma tal que humedece el cristal de las pupilas lectoras. —Un abrazo. vicenterreramarquez
11-03-2022 Esas pérdidas, en la infancia, son tremendas, pero la ilusión de recuperar al ser querido, obró el milagro. Un cuento maravilloso. Abrazo grande. Clorinda
11-03-2022 Senderito querido, es tan conmovedor tu relato...Empapado de toda la atmósfera ad hoc, qué bello. Un beso rodeado de más besitos. MujerDiosa
11-03-2022 2) Mezclar nuestras tradiciones del día de muertos con tu historia, le da credibilidad al dolor que siente el protagonista por hermanita que ya no está. El final, es esperanzador, como lo es nuestra creencia de que nuestros queridos muertos, vienen a visitarnos el 1 y 2 de nov y a encontrar el camino a casa a través de la ofrenda, las flores y la luz de las veladoras. Muy bueno, amigo. maparo55
11-03-2022 1) Un relato lleno de dolor y nostalgia, aderezado con imágenes muy originales como la del racimo de plátanos, la tristeza que no vuela como las semillas y beber las lágrimas. maparo55
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