DOÑA MARIQUITA

Soy un ciudadano respetuoso de la ley, soltero de mediana edad, sin embargo, tengo mala fama porque en mi pueblo rabón, en el periódico local me hicieron famoso adjudicándome un asesinato.
Les contaré, mi abuelo un acaudalado comerciante con dos hijos, mi padre que falleció joven y mi tío Eusebio, alias Chebo el filósofo, con una mujer chismosa, una verdadera arpía que murió de forma misteriosa a los 40 años. La verdad, siempre he sospechado que el filósofo intervino ayudándola a ir a la dimensión desconocida.
De la tercera generación sólo he sido yo, pues mi tío no tuvo hijos, así que cuando él murió heredé una inmensa fortuna. Sí, mi única ocupación es ser asquerosamente rico, no sólo me dejaron una gran fortuna, sino que además el consejo de mi tío: “hijo, no cometas la pendejada de casarte, mejor compra tu carne”.
Desde joven he seguido este sabio consejo. Me hice cliente de doña Mariquita, famosa “madama”. Ella conseguía a su distinguida clientela a precio de oro, hermosas chicas, generalmente estudiantes universitarias. El requisito fundamental era la discreción.
Con el tiempo muchas muchachas con las que alegremente refocilé, se hicieron profesionistas: abogadas, médicas y una de ellas licenciada en comunicación que trabaja en el periódico local.

En el periódico salió la noticia que a la conocida “madrota” doña Mariquita fue cosida a balazos y la periodista dio mi nombre como dilecto amigo y cliente de la asesinada. ¡Para que les cuento! El pueblo entero me juzgó como asesino.
Me llamaron a declarar. Es terrible esta experiencia, el abogado investigador de cabròn no me bajaba achacándome el crimen. Por fortuna el juez de la causa al notar que no había evidencias en mi contra y después de una generosa propina que le di, me dejó libre.
El dinero todo lo puede, uno del cuerpo policiaco me confesó (previa cuantiosa suma), que sabían quién se escabechó a la interfecta. Fue el jefe de la policía, cuya hijita fue sonsacada por la doña.