VENGANZA

Como ustedes ya saben, soy soltero y mis comidas las hago en la casa de doña Petrita, que hace comida para llevar o bien la sirve ahí. Es comida casera, sabrosa, variada y barata. Ideal para gentes como yo.
El otro día me llevé la sorpresa de que mi amigo Esteban acudió a comer con doña Petrita. Él es casado. Lo saludé con gusto.
—¡Qué milagro! Tu esposa ¿está de viaje, a poco fue a visitar a su mamá a Guanajuato?
—Si, fue a Guanajuato. La verdad es que me dejó.
—¡Caray! ¿Pues qué pasó?
—Te contaré: la otra tarde como siempre coqueteaba con la secretaria del jefe. De cara no es muy bonita, pero, qué cuerpazo tiene. Al salir de la chamba, la invité a un trago y de ahí al hotel. Nos pasamos una tarde muy agradable. No es por presumirte, pero funcioné dos veces.
—¿Y?
—Ella intentó cobrarme en efectivo. Yo desde luego me negué. Le dije con razón que no la consideraba una prostituta, sino que había sido por amor.
—No me digas que aceptó.
—Pues aparentemente sí. Pero, cuando entré a bañarme, ella se retocó los labios de rojo y los estampó en mis calzoncillos. No me di cuenta y me los puse… para que te cuento lo demás. —dijo con tristeza.