No se trata de ladrillos amalgamándose para construir un tabique ni es un tema de argamasa ni de un ejercicio de trazado que se ejecuta con la calculadora y con la precisión como decreto. Acá son sólo palabras, conceptos, dichos que deben ser resumidos en un espacio preciso con la condición que nada sobre o falte en dicho afán, ya sea por el conocimiento o la simple “cachativa” y la subrepticia y soslayada ayuda de algún salvador de múltiples páginas. Mares del mundo, situaciones adversas o epifánicas que sólo exigen su definición. En un cruce, libertad puede estrellarse con asno y desde lo alto se va armando letra a letra un aterrador proyectil que sólo invoca la destrucción. Razón y entendimiento comparten vecindad con oscuridad. Una palabra larguísima, tan similar a una diáspora de inocentes debe resolverse con un ejercicio de meditación. Ironías de la vida. La arquitectura en blanco va copándose de palabras, un personaje va naciendo letra a letra, parto trabajoso mediante un fórceps de índole conceptual. Borrones, rectificaciones, paloma surge en medio de todo, si fuese la de la paz. ¡Que candidez! Después de un corto, preciso y entretenido lapso, el edificio ya cuenta con todos sus integrantes. Otros, con varias columnas vacantes sólo aguardan que el tesón o un diccionario le den luz a las respuestas. O se rinden, con el cadáver de otra causa perdida tras sus espaldas. Confeccionar un crucigrama, es un logro inserto dentro del esparcimiento. Lograr el consenso entre los hombres, es algo muy pero muy diferente.