| NO QUIERO QUE ME QUIERAN
 Soy un hombre humilde,
 sencillo,
 y por eso no quiero que me quieran,
 no quiero que nadie sufra por mí,
 ni le preocupe qué me pasa,
 dónde estoy, qué hago o deshago,
 si duermo o si muero,
 si herido o divertido,
 agonizando o gozando.
 
 Por eso no quiero que me quieran
 sino que simplemente quiero
 que hagas el amor conmigo
 y viajes junto a mí
 a esa desaparición sublime
 y momentánea como toda felicidad verdadera,
 y que luego me dejes dormir tranquilo
 y hagas lo que quieras con tu vida
 para que te hagas feliz por ti misma
 y tu dicha no dependa de mí.
 
 Ya sea volviendo los dos a despertar
 y perdernos en el sexo deslenguado y lenguado
 que nos transporte de nuevo a ese paraíso
 sin Dios y sin la virgen María,
 sin la crucifixión de Cristo
 ni las prédica ex cátedras del Papa:
 sino simplemente perdernos
 en el desinteresado
 y profesional oficio
 -sin licenciaturas, maestrías o doctorados-
 de ser felices juntos,
 con mucho desapego de los dos por los dos,
 sin pedir nada más
 que ese feliz momento.
 
 Quiero solo que tú
 Te vayas junto a mí
 a ese fugaz instante
 en que pierdes el juicio
 en la Novena,
 con la dulce sordera de Beetoven,
 o viajas con tus ojos a Sinhué el Egipcio,
 en la ciudad de libros de Waltari,
 o bailas con tus ojos
 un ballet en los brazos
 de la divina loca: Martha Graham
 sin desear que sea tuya ella
 ni querer ser tú ella sino solo perderte
 en su porno coreografía sublime,
 o te desmayes y te caigas de ojos
 y alegre seas infiel a todos tus maridos
 cuando te desnudes para el viejo Picasso
 convertida en mujer de vida alegre,
 y bailes con el vientre y con la vulva
 y seas de las bandidas del cuadro de Avignon,
 y que seas como ellas: de todo menos Señoritas,
 y, por favor, no quieras ser tú él,
 ni ambiciones tener la pintura en tu sala.
 Confórmate con ser por un momento
 un cuero con el nombre de menina.
 
 Sé feliz con que todo se te entregue
 y se vaya y que no vuelva
 o vuelva cuando quiera
 sin la penosa espera de Penélope.
 
 Es mejor que bien sepas
 que antes y después de ti
 habrá otros y otras,
 que es viaje tu placer y no estadía,
 que el  buen supremo gusto
 es fugaz, andariego,
 nómada y nunca sedentario,
 pasajero de un tren
 veloz, de mil vagones
 como un cuadro, una música, esos libros,
 que van de sala en sala, de oídos en oídos,
 de aquel o a este otro ojo
 sin quedarse en ninguno
 y estar siempre para todos.
 
 Porque, ¿qué puede pedirse después de ser feliz
 con este, aquel motivo,
 que no sea nuevamente ser feliz
 con este mismo o aquel otro motivo?
 
 No quiero que me quieras.
 Basta gozar conmigo el arte de estar vivos
 de amarnos y dejarnos
 y volver de nuevo a amarnos y dejarnos.
 
 En fin,
 que soy humilde y no pretendo
 ser el dueño de ti, de tu memoria,
 tu gusto y tus pasiones.
 
 Muy simple, me conformo
 con dos o tres sonrisas
 sin compromiso alguno,
 y viajar al vacío sin la carga de amar,
 como soñó el poeta:“ …a propósito del alma:
 el enjambre de besos y el olvido”.
 
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