Recuerdo que era un sábado al mediodía y que Rómulo, el esposo de mi prima Mirta, me había invitado a su nueva casa de Fort Lee en New Jersey. Y que ya con mis tres niñas cruzaba el puente George Washington, conector de aquel estado con el mío. Siendo sólo cosa de que al salir del mismo, hiciera un giro hacia el norte, luego al oeste y en cinco minutos estaríamos en su casa.
Viajaba contento porque mi primo fue el primero de la familia que adquirió una vivienda al estilo dominicano en EUA. Con un nivel en el subsuelo y dos sobre tierra firme. De amplia sala y cocina equipada con todo lo necesario. Tenía, también, una escalera que partía del ‘living room’ y se elevaba con pocos peldaños hasta un descanso, dónde viraba a la derecha para finalmente, desembocar en un pasillo conductor a sus cómodas habitaciones.
Sin embargo, lo mío era su enorme patio. Sombreado y llano para mis niñas correr a patas abiertas, los grandes practicar deportes y cerrar con un asado que juntaba las aves con los animales de corral. Y todo combinado con el juego del dominó. Qué nos divertía, pero que a menudo también generaba controversias. Viéndome forzado a aclararles que en mi barrio, allá en RD, un cuento y un chiste son sinónimos.
Lo aclaro, porque el grupo ya envuelto en el fulgor del juego y agitado por los trágos de algún añejo del patio nativo, caía en disputas y contrariedades. Y aquella, la tarde que aludo, llegó de sorpresa el padre de Humberto, el primo del cabeza de familia. Jóven asíduo a nuestros encuentros y generador de polémicas que daban vida al intercambio.
Y sé confirmó, apenas llegado su padre, que el hijo no salió al aire. Porque dicho señor, se nos presentó con una elogiosa perorata de esalsamiento a sus vástagos. Diciéndonos con aire de grandeza, que sus hijos dominaban el campo de las computadoras(en sus inicios) Y que tenía uno(hijo), que las desarmaba y les alteraba las programaciónes y otro(hijo) que las vendía.
A lo que Yo, haciéndome el chistoso, le interrumpí el discurso: …Y por casualidad, ¿no tienes él qué sé las roba?
|