No confío en él. Dice que este paquete es un regalo para mí. Lo dice parado en el otro extremo del largo pasillo. Acabo de traspasar la puerta y veo en el medio del corredor una caja con moño y al sujeto, a quien no conozco, en el otro extremo.
Soy por naturaleza incrédulo.
La luz en el pasillo se apaga. Ha de ser de esos sistemas de ahorro de energía.
Inmediatamente el desconocido prende una linterna y alumbra el paquete desde su posición.

-¿Acaso quieres que le ponga pimienta para recogerlo? - me dice el descarado.

Tengo una sensación de haber vivido este momento con anterioridad.
Algo me dice que es un asunto repetido.

Me despierto. Decepciono al lector.

Se dice a sí mismo que él le habría dado un final diferente. No tan trillado.

Me enfurece cuando salen con esos comentarios tan livianos.

Retrocedo una página.

Decido abrir el paquete.

Camino encandilado por el haz de luz hacia mi regalo. Lo abro muy despacio. Mi corazón late con fuerza.

La caja tiene otra más pequeña. Y otra. Y otra.

Finalmente abro la última, para encontrarme con ropa interior femenina. Muy fina y delicada. Sugerente.

La linterna se apaga y el extraño me dice antes de partir:

Solo soy el mensajero.

MI mujer me dio un beso muy especial ésta mañana. Pero he estado viéndome con la secretaria del 3er piso.

La caja tiene una tarjeta con solo una palabra:

-Llámame.



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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 16/2/2022.