En un rincón no visitado
del lago de abundantes aguas,
se proyecta graciosa la luz
hacia la profundidad de la mirada.
Hace lucir visibles
las rocas sumergidas.
Inyecta un brillo,
en la aparente dureza,
que hace flotar
la belleza escondida.


Un rostro sostenido
como escudo,
para cuidar del viaje.
Una ruta dibujada
en la absorta mirada,
se asoma indeleble
como evidente reflejo
sobre el azul
y ondulante espejo.


Sobre la superficie
alegre flota sostenido,
en los vaivenes de la vida,
el reflejo dorado
que se difumina.
Riqueza que desde cielo
con su clara luz nos ilumina.
Metal lustroso
que a ojos cerrados encandila.


En un rincón no visitado
del lago de íntimas miradas
desde donde fluye la vida
y se mecen las aguas.
Nuestro interior proclama
una fiesta en acogedora morada.
La suave brisa y sus olas
mecen y acompañan
nuestras almas.


Los colores se pintan
de sensación.
El sonido acaricia
la piel sin tocarla,
con una rápida descarga
que baja suave
por la espalda.
Disparo placentero
de alegrías envasadas.


Los pensamientos
se hacen imágenes
agradables y reposadas.
Sucumben al susurro del pasado,
al recuerdo del bello panorama,
que juega con los trozos
desperdigados
de remembranzas atesoradas.