No sé si es psicosis mía o es realidad, pero el café de mi vecina es el café que más huele, sin embargo, el mío no huele casi nada, tratando de corregir el asunto he cambiado de marca de café multitud de veces y nada, pareciera que mi café sale siempre dañado.
Mi esposa me comentó que en los supermercados el café lo estaban mezclando o adulterando con gandules o habichuelas a lo que yo le respondí: pero pareciere que el de la vecina no lo mezclan nunca jamás, o será que ella muele su propio café, en realidad no lo sé, nunca la he oído en esa actividad.
Uno nunca es feliz, siempre hay un pero que daña la felicidad, por cierto, oí decir que la puerta de la felicidad abre hacia dentro (que querrá decir), se lo dejo de tarea.
Si como huele sabe ese café de mi vecina tiene que ser muy rico, pero tengo prohibido beber su café, lo primero que me dijo mi mujer al mudarnos a ese lugar fue: ten cuidado con beber el café de la vecina. No quiero problemas contigo.
Sucede que mi vecina es venezolana y vive en Santo Domingo R.D. y mi esposa sabe muy bien que yo soy loco con las mujeres de la nueva patria bolivariana, que me fascinan las venezolanas y se imagina que un oloroso café puede traer situaciones adulterinas, aunque yo a ella la respeto por ser una mujer casada (a mi mujer no a la venezolana) además su esposo es muy amable conmigo (yo conmigo mismo), pero mi mujer no confía, no sé cuál es la razón.
No quiero entrar en detalles de mi vida personal, usted no tiene por qué saberlo, pero ya que insiste solo le diré esto: yo soy un hombre confiable, me lo han confirmado algunas de las amantes que he tenido, y yo a ellas le creo porque me han amado de corazón.