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Parece mentira, pero hace más de dos años que no me entrevero en esas catacumbas bulliciosas que son las estaciones del Metro. Tampoco sé de las virtudes y beneficios de los buses eléctricos, los que imagino raudos, suaves y silenciosos, propicios para un cabeceo sin culpas arrebujado en una de sus butacas. Pero voy a los pasillos que me conducen al ferrocarril urbano. Se me transformaron en evocaciones difusas esos seres refugiados en sus propias individualidades y sonará extraño que una especie de orfandad me recorra por completo al intuir que una parte de vida, la más rutinaria, me haya sido birlada. Curioso, en todo caso, recordar tras cortinas tejidas de melancolía a señoronas esmaltadas en sudor, chicuelos espasmódicos sometidos a su movilidad eterna, jovenzuelos de mirada desafiante, señores que tratan de practicar a duras penas una invisibilidad tan precaria que los hace aún más notorios. Puede ser esa parte mía que se quedó enredada en alguna manilla y continúa existiendo en los claroscuros de los vagones. Una entidad que se balancea con el traqueteo y con el trajín de los pasajeros, un ser difuso que se niega a dejar resbalar por sus oídos la cantinela monocorde de los raperos y contempla como la ciudad desaparece a intervalos.
Este otro yo, el ser concreto encastillado por las circunstancias, divaga sobre esa vida transmutada por virtualidades y pasos dibujados en este día a día que sabe de trincheras, de vacunas en cuya solución acuosa quisiéramos pensar que verdea algo parecido a la esperanza.
Es cierto, el aislamiento forzado tiene sus beneficios, nos evita relaciones indeseadas, palmoteos en la espalda, sonrisas balanceándose en la hipocresía. Nos confronta con nosotros mismos y con ese ripio picoteado que son nuestras incertezas. Pensar, atrincherados, oído presto al retintín lejano, al vuelo de un helicóptero, espiando pájaros en el jardín, la percusión asordinada de algún ritmo tropical, al zumbido subterráneo e imaginado de ese tren que hurga los intestinos de la ciudad transportando a ese espectro etéreo que masculla por ese rasgón de vida escamoteada.
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Texto agregado el 10-02-2022, y leído por 145
visitantes. (9 votos)
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Lectores Opinan |
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23-02-2022 |
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Hermosa reflexión. Circunstancias nuevas a veces generan hábitos nuevos. Genial tu escrito ***** vaya_vaya_las_palabras |
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11-02-2022 |
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Acelerados vamos por esta vida, ¿hay alguien que lo dude?, pues yo no! Estoy segura que si en nuestro alcance estuviese muchas cosas serían diferente pero la realidad es la que hay y no se puede negar. Para reflexionar, y me sumo a las palabras de Steve. ¿Hace más de dos años que no vas en el Metro?, mira tú! Un abrazo queridisimo amigo! Shou |
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10-02-2022 |
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Hay un ejercicio muy interesante amigo. Sentarse y estar en silencio con uno mismo... Cinco minutos... Diez? La mayoría no puede. El satisfactor instantáneo del internet nos priva del delicioso silencio interior. El observador modifica la realidad. Cinco aullidos tranquilos PD: como siempre un placer leerte Steve |
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10-02-2022 |
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Me pasa con este tipo de textos, que se disfrutan por el uso del lenguaje, la fluidez del relato, nada de trabajos forzados en la escritura
Imagino que hay detrás un recorrido con las letras que se nota
Si tuviera que decir algo, es que mi lectura fue muy rápida, acelerada, no alcanzaba a digerir una parte cuando ya tenía en frente la otra, eso puede deberse a yo ando acelerado
Muy bien Ishamael |
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10-02-2022 |
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—¡Vaya, vaya! Parece ser que no soy el único que desde comenzó la pandemia olvidó viajar en el tren subterráneo o metro y los buses urbanos, porque pienso que además de aglomeración de pasajeros tambien imagino un ejercito de virus esperando por mi. Aunque en horario valle o de poca afluencia de público da gusto viajar en metro o en buses electricos, tampoco me animo a hacerlo dado que el ejercito traicionero siempre puede ir escodido bajo los asientos. —Saludos. vicenterreramarquez |
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10-02-2022 |
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Letras bastante intimistas, quizá del día a día que muchos llegamos a vivir, pero no por eso deja de ser intimista. Muy bueno. Saludos.
JerryMendez |
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10-02-2022 |
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Extraño transitar por el metro, hace poco menos de dos años que no me aparezco por ninguna estación ni me trepo a ningún convoy. Un ente casi invisible y despiadado, tiene asustados y en jaque a medio mundo. Nos ha robado la tranquilidad. Tu texto, una excelente reflexión, amigo. maparo55 |
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10-02-2022 |
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Hay tanta humanidad en tu relato, tanta desesperanza y grandeza…Hay un mundo interno tanto más rico que el subterráneo del Metro. MujerDiosa |
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10-02-2022 |
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Vaya, vaya!!! creo haberme sumergido en un sueño, mucho más que cotidiano, un sueño profundo, pero a la vez real; viajar en el subterráneo del metro nos hace meditar sobre muchas cosas, en ese ir y venir, se pasan los días y la vida sigue su curso, al ritmo de rieles y repiquetear de las puertas y andariveles. spirits |
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