CONSULTA MÈDICA
Enfermedad: vejez
Médico especialista; cardiólogo
Consultante: yo
—Para su edad está bastante bien —dice el facultativo, como buen psicólogo (todos los médicos los son) se dirige a mi esposa— sólo hay que hacer un ajuste.
—¿Cuál doctor?
—Somos lo que comemos —dice con voz engolada— ¡Qué bueno! Que acompañó a su marido.
Sigue una conversación sobre dietas. Mi mujer lo escucha fascinada y a todo asiente. Yo veo en la cara del médico una sonrisa perversa, de seguro piensa “este viejo está re-feo, no sé para que se desperdicia el oxigeno con él. Pero, hay que hacerle la lucha”.
Resultado: estoy a base de puras yerbas que harían feliz a un conejo (eufemísticamente le llaman legumbres, verduras, frutas). Carne magra, pescado, pollo hasta cacarear. Un coqueto envase de dos litros lleno de agua, para su seguro servidor. Es una “meadera” que no vean. Además, repite un viejo refrán: “el vino es el mal, la cura el agua”.
Adiós a lo bueno de la vida, comida chatarra que independientemente de lo que digan es muy sabrosa, mi tequila como aperitivo, mis noches de whisky y placeres, la carne roja a medio cocinar, y un largo etcétera. Mi media naranja, feliz, de inmediato se consiguió un libro “como preparar las mejores ensaladas”, a ella de por sí le gusta mandar, ahora, autorizada se ha convertido en sargento mal pagado.
Para los achaques me esperan todos los días 10 pastillas.
—Gracias doctor. —me despido.
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