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Inicio / Cuenteros Locales / DesRentor / El último viaje de Alfeus III

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- Hay algo ahí afuera - dijo Guni mirando de reojo por la ventana del copiloto.

El espacio se veía oscuro desde la nave Alfeus III y nada parecía acercarse a ella, pero los controles y la alerta del panel decían totalmente lo contrario. Un objeto al parecer invisible se acercaba a ellos y estaba a punto de alcanzarlos.

- Lo sé - respondió asustado Álnivos.

Él miraba directamente hacia al frente, sin dudar en avanzar el resto de distancia que les faltaba para alcanzar los anillos estacionarios que circundan la órbita de los asteroides cerca del planeta que recién evacuaban.

- ¿Qué tienes en mente? - Guni algo alterado puso su mano izquierda en el hombro derecho de Álnivos, apretando con fuerza.
- Creo que algo que nunca hemos intentado saliendo de un planeta a punto de colapsar.

La turbulencia excedió el límite permitido y el cuarto de mando donde se encontraban solamente ellos dos cambió de color azul a rojo en un parpadeo. Las alertas que ya estaban sonando aumentaron su pulso de aviso y algunas imágenes en las pantallas desaparecieron para dar paso a un signo de exclamación del mismo color rodeado por un triángulo que giraba a un par de revoluciones por segundo.

- ¿Crees que seremos capaces de hacerlo a esta distancia?
- Sabes que soy un humano de poca fe, si esto resulta, será el primer experimento que confirmaremos entre tu especie y la mía.

La nave en forma de martillo se acercó a una velocidad desconocida, ya que los sensores solamente llegaban a un máximo de 250 mil kilómetros por hora, por lo que las pantallas solamente mostraban esa marca. La aceleración los mantenía en sus asientos mientras los cimientos de la cabina crujían como si ese algo invisible los estuviese aplastando. La presión subió de la misma forma en que subió la temperatura y antes de desmayarse, vieron cómo los anillos se ajustaban para abrirse.

- No sé si lo lograremos, creo que vamos demasiado rápido para que los anillos estén preparados a tiempo.
- No digas nada, estaremos a salvo cuando despertemos o muertos y no despertaremos nunca más. Fue un gusto, Guni.
- Igualmente, hermano Alni.

Ambos se desvanecieron entre el ruido, la duda y el terror de no saber su futuro en base a las decisiones que habían tomado hasta ese punto. No tenían idea de lo que les acechaba, pero de algo sí estaban seguros, era algo demasiado poderoso.


— — — —


Los anillos se abrían iluminados por la explosión del planeta que colapsaba a sus espaldas. Alfeus III rozó las compuertas dañando parte del fuselaje del portal en forma de tubo compuesto por los diferentes anillos alineados volviéndolo inoperable remotamente en caso de que necesitaran volver, pero los tripulantes estaban a salvo después de que la nave se materializara en otros anillos de la red interestelar para la cual trabajaban. Simplemente no sabían dónde habían llegado.

Álnivos despertó primero y confirmó los daños estructurales. Grabó parte de los detalles en su bitácora de voz y envió una señal de auxilio usando el salto comunicacional de los nuevos anillos esperando que llegaran a buen puerto.

Las estrellas del sector brillaban de tal forma que tuvo que activar la polarización de las ventanas, ya que le costaba abrir los ojos por la luz. Un conjunto de nebulosas de color blanco condensado se abría paso dentro del perímetro de su visión y a un costado un planeta enorme con rastros de actividad volcánica latente.

Guni sacudió su cabeza algo nauseabundo y mareado. Le costó incorporarse y vomitó antes de emitir cualquier palabra. Era la primera vez que forzaban una alteración de espacio tiempo ayudados por el salto cuántico de los anillos. Se afirmó de su silla y desabrochó sus cinturones de seguridad para poder pararse y caminar. Su primera reacción fue acercarse a Álnivos y darle un pequeño golpe en el pecho en forma de agradecimiento. Luego giró su cabeza y observó el plano espacial que dibujaba la computadora en el centro de la cabina.

- Es como el fin de los tiempos - dijo Guni asintiendo, como aceptando su destino sin saber por qué.

Finalmente se acercó a la ventana principal y observando el cuadro hermoso de la nebulosa y las estrellas se volvió a desmayar.

Álnivos estaba algo agotado y no reaccionó a ayudarlo. Sabía que Guni no tenía problemas vitales, ya que la información de sus signos estaba también registrada en los informes que entregaba la computadora de la nave. Se apuró a encender el micrófono y comunicarse con el equipo del núcleo de fisión de Alfeus III. No habían pérdidas de tripulación ni carga, eso lo alegró y le sacó una sonrisa, pero en menos de cuatro minutos, ya no existiría.


— — — —


Guni volvió a despertar y se encontró con el cuerpo de Álnivos completamente descompuesto y en una forma inhumana de morir. La quijada abierta como si le hubieran sacado todos los interiores a la fuerza por la boca. Las cuencas de los ojos completamente secas y su traje calcinado, como si lo hubieran echado al fuego. Los brazos destrozados y las piernas quebradas en sentidos opuestos, como si dos caballos tiraran de ellas con toda su fuerza. La imagen se quedó plasmada en su mente alienígena y temió por su vida nuevamente. El horror lo invadió y comenzó a balbucear lamentos en su lengua natal, inentendibles para el oído humano. Cubrió su cara con sus manos rugosas y por primera vez en su vida lloró, como lloran los humanos.

Guni también lloraría poco.

Sin saberlo, habían roto el sello interdimensional más sombrío. Se habían convertido en los primeros seres vivos en cruzar por el abismo de la muerte del espacio, huyendo de su destino solamente por pocos minutos.

Todo el universo colapsaba y con él la oscuridad se llevaba las almas de todos los navegantes y seres vivos que contenía. Realmente no había escapatoria.

Mientras que Alfeus III quedaba a la deriva dentro de una de las nubes de gases más blancas que existían, esa misma oscuridad apagaba las estrellas que habían encandilado los ojos de Álnivos minutos atrás. Un silencio jamás descrito rodeó todo y una boca tan negra y densa como el fondo del mar, tragó la nebulosa y la nave apagando el brillo de todo el lugar.

A lo lejos los anillos se abrían mostrando algunas coordenadas y moviéndose, calibrando el siguiente salto intergaláctico. La muerte, en su forma más descomunal, atravesaba el portal hacia otro lugar.

Texto agregado el 09-02-2022, y leído por 40 visitantes. (0 votos)


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