Sacudo mi mente en busca de mis memorias de la vida contigo y solo encuentro difusas imágenes. No estoy seguro si son reales o creados estos recuerdos. No tengo claro si en verdad exististe; si esa felicidad que creí que me diste no es sino una fantasía más, creada por la imaginación de un desesperado.

Mi alma yace tan enferma que mi mente se aferra a cada daño recibido. Memorias lúcidas solo tengo de cada puñalada que me diste, de cada esfuerzo tuyo por destruir lo que fuera nuestro, de cómo cambiaste el jardín que cultivamos por la maleza que lo acechaba.

Envenenaste mi espíritu y no tengo más que ofrecerte, solo quedaron las espinas de las rosas. Escucho tu nombre y el resentimiento aflora. Solo quiero tu desdicha como pago justo por tu maldad. Hasta deseo un lugar de privilegio para ver como te hundes en el lodazal que creaste. No hay perdón, no hay olvido.