Cien años de perdón


Fátima esperó pacientemente a que bajaran los pasajeros de los primeros asientos del autobús, hasta que llegó su turno, pues estaba sentada al final del mismo. Desde que pisó el pavimento se dirigió al baúl del vehículo para retirar su mochila.
Buscó en su interior hasta convencerse que la misma ya no se encontraba entre los pocos bultos que no habían sido retirados. No dudó en preguntarle al empleado que ayudaba a sacar los equipajes:
—¿Vio a alguien llevarse una mochila blanca con tirantes rojos? ¡La guardé al subir y no la encuentro!
—Lo siento. —respondió él—. Con tanta gente buscando sus pertenencias, no puedo fijarme en lo que se lleva cada uno.
Pensaba qué hacer para recuperar su mochila antes de que fuera demasiado tarde, cuando vio tras los cristales de la cafetería a un joven que consumía un jugo que tenía en el asiento contiguo una guitarra y una mochila idéntica a la suya.
Se dirigió hacia él y lo cuestionó:
—¿Se puede saber qué hace usted con mi equipaje?
El sujeto la miró entre nervioso y sorprendido, y buscando en su cabeza una buena respuesta, le respondió:
—Esa mochila estaba abandonada aquí cuando ocupé la mesa, y pensaba llevarla a la oficina. Si me prueba que es tuya, te la entrego.
—Claro que lo puedo demostrar: aparte de ropas, hay una cartera con mis documentos y dos revistas. Vamos a abrirla.
Así lo hicieron y el hombre comprobó que era cierto.
Entonces cambió de actitud y se disculpó, a la vez que le propuso llevarla a su casa para olvidar el mal momento. Ella lo pensó por unos segundos y finalmente asintió. Él le pidió:
—¿Me esperas cinco minutos? Voy al baño y vuelvo en seguida.
Salió, y de inmediato Fátima hizo lo mismo. Cuando él regresó encontró la mesa vacía, sin señales de la chica, de la mochila ni de su valiosa guitarra.
Preguntó por ella, pero nadie sabía de quien se trataba. La buscó afuera y alcanzo a ver como ella abordaba un taxi para abandonar el lugar.
Fátima se había ido y llevaba consigo su equipaje y la guitarra. La vio que sonreía sin imaginar que se hacía una pregunta:
¿será cierto que ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón?

Alberto Vasquez.