MI CARA ME AYUDA
En mi estado entró un nuevo gobierno, yo soy el jefe de seguridad y no sabía si me quedaría en el puesto ¿o qué? Mas que había sucedido un crimen de estado, yo y mis subalternos no teníamos ni idea de cómo resolverlo, sobre todo Juan mi principal investigador, que era además mi amigo.
Resulta que a plena luz del día fueron abatidos en su oficina oficial el nuevo secretario general del gobierno junto con su ayudante. Un hombre de media edad, elegante, con lentes oscuros y cubre boca (por eso de la pandemia), que le tapaba la cara. Entró sin dificultad al despacho y le disparó dos veces a cada uno. Desapareció una enorme cantidad de dinero. No dejó ninguna huella y una secretaria en estado histérico no fue de utilidad.
—Usted y Juan, su investigador, son unos verdaderos inútiles —dijo el nuevo gobernador—, por lo que pediré ayuda a la fiscalía general federal y ustedes serán degradados, a usted lo pasaré de jefe de la policía de un pueblo rabón.
Aquí nos tienen en este pintoresco lugar, de donde, por casualidad, es originario Juan, así que vivimos en la casa del que fue su abuelo, muy cómoda y grande. El lugar es tranquilo, sólo hay borrachos los fines de semana que a veces causan problemas. Juan, que últimamente había estado decaído me dijo:
—Fui a ver a un especialista particular, muy renombrado, que me diagnóstico cáncer incurable, extendido en mi cuerpo, que ya no es útil ni la cirugía, quimioterapia o la radioterapia, estoy a base de opiáceos que el facultativo me receta. Se puso a llorar.
Me sorprendió comprobar que no se le notaba la terrible enfermedad, sólo por la flojera y que se quedaba dormido, lo dejé trabajar en la oficina. Pasaron dos años, en mi rato libre iba a la capital a investigar el caso de los funcionarios asesinados. La verdad, es que yo y los federales no dábamos “pie con bola”.
Es enero, amaneció con un frio que cala los huesos, Juan ya no despertó pasó a la dimensión desconocida.
Su testamento fue a mi favor, y encontré una carta, escrita de su puño y letra:
“Querido amigo y jefe: Lugar de Dios 2022-01-31
Sé que estás decepcionado por no saber que pasó en el caso de los funcionarios. Te sacaré de la ignorancia. Cuando el oncólogo me dijo de mi enfermedad, que me quedaba poco tiempo de vida, de inmediato pensé en hacerle un bien a la ciudadanía. Yo me escabeché al par de cabrones, transas e hijos de la ch… Fue fácil, entré a la oficina y de inmediato disparé con un revolver que pertenecía a mi abuelo, le puse un silenciador. Sólo un plomazo dirigido al corazón de cada sujeto y marcharon, ni cuenta se dieron. Por las dudas a cada uno les disparé en la frente. Encontré una maleta deportiva, al secretario le daba por el deporte, la enorme caja de caudales estaba abierta (recuerda que estaban trabajando) llena de billetes gringos de alta denominación, dólares. Llené la maleta hasta el tope y salí. La secretaria ni me hizo caso, por estar entretenida con el celular, (benditos artilugios modernos).
Ya que sabes lo que pasó tienes dos opciones:
Primera opción: como buen policía informas a la superioridad, tendrás tus quince minutos de gloria y la lana se la quedarán ellos.
Segunda opción: te haces pendejo, no sabes nada, la marmaja será tuya, es una fortuna, si la administras con cuidado te servirá para toda tu vida. Nada de bancos o casas de cambio ya que son muy chismosos. Tú escoges.
Te agradezco tu amistad y tu ayuda. Un saludo desde el más allá.
Una firma indescriptible”.
P.D. Ya se imaginarán la opción que escogí, además, para mí, hacerme pendejo es fácil: mi cara me ayuda.
|