LA PESCA.
Julio Corvera.

¡Ayy Taititooo…!. !Va estallar! -
La voz del “Shoga”, rompió el silencio y la quietud de la hermosa tarde; el murmullo de las aguas fueron opacadas por la voz , que como una ráfaga , se estrelló en las paredes rocosas del lecho del río y regresó nítido y grave impulsada por el eco:
¡¡Ayy taititooo…! ¡ Va estallar!
Salimos justo cuando, las campanas del reloj de la ciudad, marcó las siete de la mañana de un día hermoso de febrero . El sol desplegaba lentamente sus rayos reverberando majestuosamente la cima del “Pahuarchuco” y “La Caldera”. El cielo se vestía de un intenso azul, cuyas alas extendidas abrazaban por completo el cuerpo acostado del pueblo, sobre una franja inclinada, de donde, se podían ver todos los horizontes de aquella hermosa tierra Tayabambina bañada por tres manantiales cristalinos y alfombrada por sus tejados rojizos, por cuyos dinteles y cumbreras se elevaba el humo de sus fogones con olor a alisos y eucaliptos. Después de dos horas de viaje, por una carretera afirmada y angosta, coronamos una pequeña meseta de donde se podía divisar el majestuoso río “Cajas” que bajaba serpenteante y cristalino, bajo un lecho flanqueado por pequeños bosques de alisos y vigilado por enormes piedras que de trecho en trecho formaban enormes pozas. Al fondo, un peñasco pétreo con franjas verticales blancas y negras, se elevaba como una torre al encuentro de las nubes que pasaban airosas por su cima en su camino al cielo.
-Don Leoncio, el rio se ve muy limpio y no se va poder pescar con anzuelos - Dijo “Shoga”, elevando la voz para dejarse escuchar, ya que el sonido del motor de la furgoneta y el silbido del viento, dificultaba la comunicación.
-No se preocupen, hoy pescamos así sea un susto, pero pescamos- Contesto Leoncio Javier soltando una carcajada.
En efecto, las aguas del rio discurrían cristalinas, arremolinándose en los recodos, formando pequeñas brumas espumosas junto a las enormes piedras que se quedaron a medio camino en su viaje diluvial. 1
Mi hermano Alejandro y yo, tendimos la red en una zona angosta, sujetando cada uno un extremo de la red, cubriendo por completo el lecho del rio. En esa estrechez , era como un costal gigante con colgajos de plomo en la parte inferior de la boca, como una mandíbula abierta que llegaba hasta el fondo del lecho del rio y engullía todo a su paso , las aguas, la espuma , la hojarasca que el río traía en su recorrido ; era una trampa perfecta por donde las truchas tendrían que ingresar para quedarse allí atrapadas .
Leoncio Javier, “Bora” y “Shoga”, desde unos 300 metros rio arriba, bajaban semidesnudos en medio del río , premunidos de ramas de aliso, tayancas y molles, arreaban las truchas , chapoteando en medio de las piedras , carcajeándose, echándose agua mutuamente llenos de algarabía y jubilo ,llegando hasta la misma boca de la red.
- Ni pa’ remedio- dijo “Bora”, al ver que la red se encontraba lleno de hojas de alisos , tayancas y molles, y no había ni una trucha. Dos veces más realizamos el mismo recorrido y el resultado fue el mismo , ni una sola trucha.
Salimos a la orilla callados, cansados y hambrientos. Tendimos los ponchos sobre una pequeña pampa cubierta de pikullo y nos sentamos a disfrutar del fiambre. El sol brillaba en el firmamento; una ráfaga de viento helado anunciaba un pronto atardecer.
-A la tercera va la vencida, intentemos la última vez- Dijo Leoncio Javier.
-Es inútil, las truchas se regresan por las rendijas que dejan las ramas, porqué el agua está limpia y transparente- Dijo mi hermano Al1ejandro.
-¡Esta vez será distinto, lanzaremos dinamita! Un solo tirito y verán que caen como moscas:-Dijo ¡Bora”, sacando de su mochila media canilla de dinamita y procediendo de inmediato a instalar la mecha , envolverlo con plástico para que no se moje, para luego atar el explosivo a una piedra , para que se fondee en el río. Los demás nos dirigimos al estrecho del río donde se había instalado la red para capturar las truchas que caerían con la explosión y serían arrastradas por la corriente.
Un espiral de humo blanquecino, salía el pequeño bulto rojizo, envuelto en plástico transparente que se acercaba flotando sobre las aguas del rio con dirección a la red donde nos encontrábamos. Nuestro amigo “Bora”, no había amarrado bien la piedra a la dinamita, y al lanzarlo al río , ésta se desprendió, quedando a flote y llevado suspendido aguas abajo por la corriente del río.
- Cuidado va estallar¡ , ¡Salgan rápido! – Gritaba “Bora” ,parado sobre una piedra.
Tratamos de huir despavoridos, pero estando en medio de la corriente, fue imposible correr y ya la dinamita se acercaba adonde estábamos. No lo pensé dos veces y me zambullí en el agua, tratando de protegerme de la explosión . No sé qué tiempo estuve bajo el agua, sólo recuerdo que mis pulmones iban a estallar por falta de aire y tuve que salir de inmediato. La dinamita había estallado mientras estaba bajo el agua ,por lo que no me cogió la onda expansiva , como a mi hermano y a Leoncio Javier, quienes se encontraban aturdidos ycon pequeñas magullaciones.
EPÍLOGO.
La brisa del recuerdo me envuelve el sentimiento, me estremece como la onda expansiva de éste relato . A veces duelen ,otras emocionan y otras hacen brotar las lágrimas .Este recuerdo me paraliza, me toca lo más profundo del alma. Sucesos ocurridos en tiempo , espacio y presencia de mi hermano Alejandro y su huella profunda dejado en mi vida; de mis entrañables amigos, Leoncio Javier Lecca, Alberto Lecca (“Bora”) y “Shoga”, con quienes caminé por los caminos polvorientos, quebradas , llanos y cauces de ríos llenos de esperanza .Hoy sólo quedan de sus vidas estos recuerdos que fluyen como las aguas del río “Cajas”, en efluvios , en vibraciones etéreas , en voces y gritos, vagando en el infinito, conversando con el viento.

Julio Corvera Medina.
Ch/30/01/2022.