La encontré en el lugar y el tiempo donde había calculado, y la llevé a su casa en mi auto. En el camino, me dijo que los asientos eran súper cómodos y que me extrañó mucho en esos últimos años.
Cinco años antes, me decía que me olvidara de ella y que no volviera por su casa. Lo único que no ha cambiado son sus fascinantes ojos verdes.
Al llegar, su papá estaba en la puerta. Se acercó al auto, y yo subí la puerta para bajar a saludarlo. Me palmeó la espalda afectuosamente, dijo carro moderno, ¿verdad, hijo?, e increíblemente se marchó, dejándonos solos.
Cinco años antes, nunca nos perdía de vista, y después de unos minutos me corría de su casa llamándome vago bueno para nada. Lo único que no ha cambiado es su austera silueta.
Al poco rato salieron sus hermanos. Se admiraron del diseño futurista del auto, preguntaron para qué servían tantas pantallas y cronómetros, y me dijeron que cuándo venía para dar una vuelta y tomarnos un par de chelas, hermano.
Cinco años antes, juraban que me sacarían la rechucha la próxima vez que me vieran cerca de su hermana, y me daban un adelanto para que no tuviera dudas. Lo único que no ha cambiado son sus modales vulgares.
Más tarde, salió su mamá a regar el jardín. Yo bajé del auto para saludarla; ella me abrazó tiernamente, me llamó ingrato que nunca nos visitas, y me invitó a entrar un ratito. Yo le dije que otro día, que ahora estaba sólo de pasada. Entonces, me hizo prometerle que vendría más seguido, que la llevaría a dar una vueltita en mi auto tan lindo, y se metió a su casa sin regar el jardín.
Cinco años antes, siempre salía a regar el jardín apenas yo llegaba, y no me dejaba entrar a su casa para que mis zapatos mojados no fueran a ensuciar el piso de su sala. Lo único que no ha cambiado son sus aires celestinos.
Me despedí de sus ojos verdes, y ella me dio su teléfono, apuntó el mío y me hizo prometer que vendría a verla pronto, ese mismo fin de semana, para ir en mi auto a la playa. Mira, ah, me amenazó encantadoramente, antes de entrar en su casa y asomarse a la ventana a mirar cuando me iba. Yo subí a mi máquina del tiempo y me dispuse a regresar a mi presente para afinar el control del tiempo, ahora que había descubierto en qué me había equivocado cinco años antes.
Cinco años antes, había llegado a su casa con cinco años de anticipación.
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