De niño disfrutaba de los cuentos de los mellizos de 'Liona'. Y la misma 'Liona' era un espectáculo, rolliza, morena y con un movimiento delicioso. Sus desayunos no eran el prototipo de higiene, pero élla medía su importancia, conforme los zapateros de Niño (al frente), les bajaba o les subía el contenido de sus carteras.
Cosa que se proyectaba en función del nombre del día de la semana. Es decir, que entre el jueves y el sábado; o entre un lunes y un miércoles, el poder adquisitivo del zapatero, menguaba y crecía. Y 'Liona' era una artista evaluando su ascendencia y su declive. Por cierto, que en eso, eran opuestos los poderes: poderes entre los empleados del taller y 'Liona".
Y daba gusto verla en sus días fuertes con diez platos de desayunos(cinco debajo de cada sobaco), por estar consciente de que el nivel de exigencia del cliente estaba en sus días flojos. Era cómo sí por dentro dijera: ¡hablas hoy, carajo! Mis trozos y los arenques mal desalados, pero fiáos, son 'lentejas'. Y viraba con su faldota, para colarse entre la estrechez de un banco y otro de la fábrica.
Pero, en verdad, lo más fuerte para mi en torno a 'Liona', era el íntimo engranaje que conformaba la vida de sus mellizos. Siempre juntos y hablándose a un volúmen exclusivo para ámbos. Pero eran palabras que sé filtraban hacia el exterior, mediante sus perénnes carcajadas. Aúnque, sus entornados ojos se llevaban el mayor poder comunicativo. Y de todo éllo, brotaban las leyendas.
"Qué sí uno sé detenía a orinar trás un árbol, el otro luego hacía lo mismo. Qué tenían una peculiar forma de abaratar el intercurso con mujeres libres. El clásico dos por uno". Sin embargo, para mi, lo que trascendió de las leyendas, fue el placer que imagino, debe sentir álguien frente a otro ser humano que tenga tus exactas dimensiones físicas, pero además, el mismo profundo fluir cerebral. |