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Sólomon fue el nombre que al nacer le impusieron. Un anuncio, según él, del destino triste y cruel que le sobrevendría. Nació pobre, desposeído como vagabundo, pero con una inteligencia prominente. No hay hombre que se sepa brillante condenado a ser un zarrapastroso para siempre. Él lo sabía, él veía lo que nadie más veía. Pero tampoco hay amor para el genio, es imposible amar a un ser que todo lo cuestiona, que no cree en nada ni nadie.

No tardó Sólomon en poseer aquello de lo que en su horrible infancia fue privado por el destino, y hasta más. A su mediana edad era un hombre acaudalado. Pero un vacío llenaba su espíritu, en el hondón de su alma seguía siendo ese niño triste y desposeído.

Sólomon no había sido amado. Era un vagabundo sin hogar. Alguna vez amaron su inteligencia, muchas otras amaron su billetera rebosante, pero al frágil ser que se escondía detrás de los lingotes de oro nadie lo había conocido, menos amado. El tiempo pasó justiciero, como pasa para los pobres pasa también para los ricos. De su lanza nadie escapa ni porque su piel estire. Sólomon vio pasar tantas y tantos amantes que dejó de contar. Compró compañía y caricias a granel; todas tan efímeras como algodón de azúcar deshaciéndose en el paladar de un niño.

Sólomon contempla el ocaso sobre el mediterráneo, acompañado solamente de la brisa que parece susurrar a su oído sordo. Y cuando su propio ocaso se aproxima sueña con comprar tiempo; no para hacer más dinero, no para conocer más amantes furtivos. Solo un poco de tiempo para renunciar a su inteligencia, a su riqueza y a su poder a cambio de un amor sencillo, a cambio de un hogar de hueso y carne donde descansar.

Sólomon solo quisiera tener unos ojos a los que mirar con ternura infinita, una voz que le susurre en lugar del viento, tener a quien dar un regalo barato comprado en la plaza. El tiempo no se compra Sólomon, le increpa su consciencia, mientras se mece con la vista fija en el poniente, mientras se apaga como un pabilo que se quedó sin cera. Murió como llegó a este mundo, pobre y desposeído en su mansión de plata y mármol.

Texto agregado el 26-01-2022, y leído por 72 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
27-01-2022 Al menos tomó conciencia de lo que era realmente valioso. Habrá muchas más vidas por vivir. Marcelo_Arrizabalaga
26-01-2022 El texto exige, no tan sólo exige, demanda, reclama, implora, explicar cómo Sólomon llegó a tener tanto sin grangearse siquiera las inherentes simpatías de alguien cercano. D2EN2
 
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