La Señora D, se hizo famosa por sus despistes. Ya la conocían cientos de personas, era un personaje bastante especial.
Cierto día, entró junto al muchacho que hacía el delivery de un almacén a la casa. Saludó a los chicos, a su esposo con un sonoro beso en la mejilla y se sentó a la mesa para comer. El señor la miró extrañado y se preguntó quien sería. La vio comer con tanto apetito y entusiasmo que no la quiso interrumpir. Luego al finalizar el Brunch, con delicadeza la interrogó, no pudiendo sacar nada en limpio, salvo que la mujer estaba totalmente convencida que ésa era su casa, los niños sus hijos y él mismo, su marido. No pudo sacarla de su error, tanto dijo e hizo la buena mujer, que al final ya no había nadie que asegurara cien por ciento que esa señora no era la dueña de casa, madre y esposa legal.
Mientras tanto, ella por las dudas, sólo por si había cometido algún pequeño error, hizo una rápida operación de matemáticas: Un hombre (su marido), una nena y un nene (sus hijos obviamente) y un perro –que hasta la saludó contento y moviendo la cola- (era un perro que a todos hacía fiesta) Resultado final = Su familia y punto. Nada más que hablar. La Señora D comenzó a integrar desde ese día la familia. Mientras la suya propia, ponía avisos en los diarios y la televisión buscándola desesperados hasta en Islandia, ya que se sabía que era capaz de todo, y la verdadera madre y esposa se hacía el Hara Kiri, pensando en un engaño monstruoso.
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