FLOR ALICIA
En la escuela de Filosofía y Letras (carísima, por cierto), tres amigos: yo, el riquillo, Carlos “el carita” y el cínico Juan que se dedicaba a gorrear a todo aquel que se dejaba, yo el principal. Los tres andábamos tras la chica más hermosa de la universidad: Flor Alicia.
La fama de mi padre, rico industrial, convenció a Flor Alicia a escogerme (el dinero manda), sin embargo, Carlos, con mucho ingenio, persuadió a la chica de que mi familia estaba en bancarrota. Total, Flor Alicia y Carlos al terminar la universidad se casaron.
Debo aclarar que estudiè una carrera poco rentable como la que se estudia en las universidades de letras, a mi progenitor desde luego no le convenció. Pero conociéndome bien me dijo antes de morir: “m’hijo, la verdad, eres muy pendejo para los negocios, te dejo una gran fortuna. Si eres listo la administraras de una manera correcta, navega con humildad, de no ser así los lobos se comerán tu dinero”. Eso y mi fracaso amoroso me deprimieron, por lo que emprendí un viaje por los licores caros.
A consecuencia de una “guarapeta”, me enfermé de pancreatitis, estuve una semana en terapia intensiva, el infierno, donde las diablesas visten de blanco. (vaya genio que tienen estas enfermeras, bien preparadas, por cierto, pero, feas de espanto). Desde entonces soy abstemio.
El tiempo, como siempre, pasa, Encontré a Juan que me dijo:
—Han pasado muchos años desde que terminamos la escuela ¿cómo te ha ido?
—Bien ¿qué me cuentas?
Después de un rato en el restaurant que fuimos a tomar un café, para ponernos al día. Comentamos cosas, en parte, muchas mentiras, pero, me dijo algo interesante:
—Sabes que tienes suerte —me dijo,
— ¿Por qué?
— Flor Alicia, la adorable jovencita que conocimos, se ha convertido en una Gorgona, mandona, trae jodidos a su marido y a sus dos hijos. Además, es una chismosa de primera.
La verdad, no le creí.
Pero al poco tiempo me encontré a Carlos, se me quedo mirando con una mezcla de coraje y resignación. De seguro pensó: “¡Caray! Este güey debió ser el marido de Flor Alicia, ni modo, pinche suerte la mía”.
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