DEVOTO

Mi primo Benito desde niño era muy devoto, él y su mamá, mi tía, hermana de mi mamá, no salìan de la iglesia. Tiene un gran carisma y es muy apuesto.
A nadie sorprendió que entrara al seminario y se recibiera con las mejores calificaciones de sacerdote católico.
Lo raro era que, aunque buen orador religioso, lo cambiaran frecuentemente de parroquia. Así que lleno de curiosidad le pregunté la causa:
—Tienes poco tiempo en la ciudad y ya te cambiaron de destino ¿por qué?
—Porque la gente es muy chismosa.
—¿Chismosa?
—Sí, yo, que culpa tengo que las muchachas se me resbalen y desde luego les hago el favor. ¡Pobrecitas! Pero no falta alguna vieja beata que se queje.
—¿Sólo a las jóvenes les ofreces tus servicios?
—Desde luego, a las viejas se las dejo al señor obispo.