FEO, FUERTE Y FORMAL
Lo único que heredo de mi padre fue el ser feo, nada de fuerte y formal. Él, como buen oaxaqueño era poeta, soñador y convenció a mi madre de sus grandezas, al nacer yo que saqué la fealdad de mi progenitor, mi mamá nos abandonó, así que no la conocí.
Cuando cumplí 18 años, a mi papá se le ocurre morirse, dejándome en la miseria, los gastos de un sepelio miserable los paga su hermano mayor, igual de feo, pero, cicatero y pragmático. En el mercado la cocota, en Puebla, en la madrugada compraba la mercancía, productos agrícolas, la carga de los camiones que transportaba la mercancía al contado (manejaba como monedero una gran liga que sujetaba el rollo de billetes).
Vendía a los puestos de menudeo. Ganaba un buen dinero. Me dio trabajo, de chalan, servía para todo, de mucamo en su casa (corrió a su sirvienta), de cargador, de mandadero, en fin, para todo con un estipendio ruin, el alojamiento y la comida, que yo cocinaba.
Sin embargo, le que debo agradecer es que me di cuenta del oficio. No podía ejercerlo, pues, ¿con qué dinero? Así estuve mucho tiempo.
Con esto de la pandemia, a mi tío le dio Covid-19, con lo roñoso que era no busco atención médica, sino que siguió los consejos del presidente de la Republica de curarse con VaporRub, tecitos, miel con limón. ¡Mala suerte! En poco tiempo “estirò la pata”.
Seguí su ejemplo en lo avaro, lo mandé cremar y sus pavesas las esparcí en un prado para que sirvieran de abono.
En la casa, yo, como inspector ardilla, busque donde tenía escondido su fortuna (no confiaba en los bancos, ni en cajas fuertes pues decía: “que atraían a los ladrones”), fue un triunfo encontrar el inmenso capital que el difunto tiene escondido. Pero, con paciencia lo encontré.
Ahora me dedico a lo mismo que ejercía mi tío. Soy rico y saben ¿qué? “Con marmaja, lo feo no importa, un montón de chavas se me resbalan”.
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