BENDITA JUVENTUD

El adjetivo “bendita” es realmente una paradoja con lo que voy a escribir.
Se han fijado como se añora la juventud cuando los inviernos se nos acumulan. Incluso es cantada por los poetas: “juventud divino tesoro/ya te vas para no volver/cuando quiero llorar no lloro/ y a veces lloro sin querer”.
Oír al fallecido cantante Javier Solís cuando canta “sigamos pecando”, se le enchina a uno el cuero, sobre todo al escuchar el verso “olvidándolo todo, sigamos pecando”. Esto sólo es de joven, de viejo sería ridículo.
Ahora que el tiempo ha pasado y me encuentro cerca del final (ojalá que sea dentro de mucho, ya que todavía se me ocurren muchas pendejadas), las reminiscencias de mis años mozos me producen nostalgias, recuerdo el tango que dice “quiero emborrachar mi corazón”, (pero ya me hace daño el bendito licor) y sigue la melodía: “desde mi triste soledad ver caer las rosas muertas de mi juventud”. ¡Caray! Los viejillos dicen que: la tercera edad tiene sus encantos. ¿Será cierto?
De joven a uno le vale madre el qué dirán y se dedica con entusiasmo y singular alegría a pecar, no hay arrepentimiento y muchos que desde jóvenes no creíamos en nada sobrenatural no caímos en la hipocresía de confesarse. De lo que me arrepiento ya en mi edad provecta es de lo que no hice por miedo a lo que dirían las buenas conciencias.
¿Por qué será que de joven pecador y de viejo rezandero? Yo pienso que es por el miedo a que nos visite la dama de negro y nos invite a ir a la dimensión desconocida.
¿Ustedes que piensan?